viernes, 16 de noviembre de 2012

RECORDAMOS EL MARTIRIO DE LOS JESUITAS DEL SALVADOR.

Noviembre 16, 2012 - 12:44 EL SALVADOR
‘OPCIÓN POR LOS POBRES’: RECUERDAN A JESUITAS DE LA UCA

                                  
Noviembre 16, 2012 - 12:44 EL SALVADO
“El mismo odio que mató a monseñor Romero es el responsable de esta masacre”. Monseñor Arturo Rivera Damas reaccionó de esta modo a la masacre de seis religiosos jesuitas, de una empleada y de su hija adolescente el 16 de noviembre de 1989, en plena guerra civil (1980-1992). Los militares del batallón antiguerrilla Atlacatl, entrenados en Estados Unidos, irrumpieron en la ‘Universidad Centroamericana José Simeón Cañas’ (UCA), asesinando al rector, el jesuita español Ignacio Ellacuría, junto a sus cohermanos españoles Ignacio Martín Baro, Segundo Montes, Amando López, Juan Ramón Moreno, y el salvadoreño Joaquín López, además de la cocinera Elba Julia Ramos y a asu hija quinceañera Celina Mariceth Ramos. Inicialmente el gobierno trató de atribuir la responsabilidad de la masacre a guerrilleros del ‘Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional’ (FMLN), el actual partido gobernante.
Carlos Ayala Ramírez, director de la emisora universitaria Radio Ysuca –“uno de los proyectos más amados por nuestro rector, el mártir Ellacuría”–  recuerda en un artículo publicado por la agencia ‘Adital’ que monseñor Rivera Damas calificó a la masacre de duro golpe contra la iglesia –los jesuitas habían dedicado parte de sus vidas a la formación del clero en la Compañía de Jesús– porque a la luz del Concilio Vaticano II, de las reuniones del episcopado latinoamericano en Medellín y Puebla, habían optado por la opción preferencial por los pobres y en favor de la cultura del país. Eran analistas agudos –dice el autor– que ponían al descubierto la injusticia social y hacían propuestas para su transformación.


Noviembre de 1989 “fue un mes de profundo dolor para la UCA”, agrega Ayala, “pero paradójicamente también fue el tiempo del mayor homenaje al evangelista Juan: «¡No hay mayor amor que el de dar la vida por los amigos!». Es decir, la entrega total de un ser humano libre y generoso por amor, a un pueblo de pobres”. El tema elegido esta año para conmemorar a los mártires de la UCA –Un retorno a los por amor es un retorno al Evangelio– “vuelve actual esta entrega radical” Pero al mismo tiempo –afirma Ayala– esto nos lleva a una de las razones fundamentales por las que hemos tenido mártires y que no se debe dar por descontada. Jon Sobrino lo explica diciendo: “Por las muchas las víctimas a defender y la gran crueldad de la que había que liberarlos”. Por eso, dice Ayala, “según el teólogo, si queremos situar correctamente a los mártires en nuestra realidad y ponernos correctamente ante ellos, debemos incluirlos entre los pobres y las víctimas”.
La universidad –afirmaban los mártires de la UCA– “debe encarnarse entre los pobres para ser la ciencia de quienes no tienen ciencia, la voz de quienes no tienen voz, el aporte intelectual de quienes en su misma realidad poseen la verdad y la región, pero no tienen las razones académicas para justificarlas y legitimarlas”.
A 23 años de los hechos –concluye Ayala– aún está abierta la reflexión sobre la universidad que los mártires de la UCA han dejado, “una fuerza social al servicio de la verdad, de la justicia, de la liberación y de la humanización. Aquella cuyo fin esencial es la excelencia y en la que la academia es necesaria y muy importante, pero no es el fin último. Llevar adelante este modo de ser universitario es un compromiso que exige responsabilidad y creatividad, tanto institucional como personal. Y en esta opción, la primera mirada –como en Jesús y los mártires– no se concentra en el pecado de las personas, sino en el sufrimiento que padecen. Lo primero que golpea el corazón es el dolor, la opresión y la humillación de hombres y mujeres. De allí la necesidad ética y profética de volver a los pobres por amor”.
Por la masacre de la UCA fueron procesados en 1991 un coronel, dos tenientes, un subteniente y cinco soldados. Siete fueron absueltos y dos condenados –el coronel Guillermo Benavides y el teniente Yusshy Mendoza fueron condenados a 30 años de prisión– y se beneficiaron luego de una amnistía decretada en 1993 por el entonces presidente Alfredo Cristiani (1989-1994), pocas horas antes de la publicación de un informe de la Comisión de Verdad de la ONU, que atribuyó la responsabilidad de la masacre a la cúpula militar.
La amnistía cerró de hecho el caso en El Salvador, pero fue reabierto en el 2009 en España por una denuncia presentada por la ‘Asociación Pro Derechos Humanos’ ibérica y por la organización estadounidense ‘Center For Justice & Accountability’. La UCA sigue pidiendo que se esclarezca plenamente lar responsabilidades de los autores intelectuales de la masacre. [FB/NBJ]





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