miércoles, 23 de octubre de 2013

MARTA Y GEMA, COMPARTEN SU VIDA EN LA COMUNIDAD AWAJÚM DE HUAMPAMI. (RÍO CENEPA)I


Hace bastante tiempo que no escribimos nada para el blog. Aprovecho que tenemos que ir a la Guarnición Militar, donde tienen este medio tan moderno, para poder mandar algo más de la vida aquí, cómo vive la gente, más que nada. ¡Espero que les guste!


Marta y Gema  viajando por el Río Cenepa
Hemos estado Marta y Gema en la chacra de Nuria recientemente. Nuria es una madre de familia de Huampami, con 5 hijos. Fuimos con dos de ellos, Juana y Jack Nixon, así como con un joven y su hermano pequeño, que nos ayudaron en el trabajo de ese día. Esto es un sábado normal en la vida de Huampami.
Marta lavando la yuca al regresar de la chacra.



A las 7:00 de la mañana vino Jack a buscarnos; su madre y Juana ya se habían adelantado. “¿Está lejos?”, “No, bueno, sí pero un poco…”. Nos pusimos a caminar, machete en mano y una changuina (canasta) vacía. Por el camino nos encontramos con bastante gente, cada cual se iba hacia su chacra o a la de alguien que les hubiera invitado o que les diera trabajo, y se reían: “¡las hermanas se van a la chacra!”. Caminamos un buen tramo y luego los dejamos, al resto de la gente, y continuamos bordeando la quebrada de Huampami, hasta que Jack nos condujo hasta un lugar en que estaban los demás de nuestro grupo, Nuria y el resto; llevaban un rato esperándonos y dijeron que si hubiéramos llegado un poco antes, nos podían haber llevado en “peque” (canoa con motor)… 
En el peque peque camino de la chacra

El tramo que faltaba lo teníamos que hacer por río y no habían traído la canoa -dicen que no cabíamos todos y menos con las cosas que fuéramos a traer-, pero, por suerte, había allí una canoa grandaza, que no sabíamos de quién era. El lugar donde estábamos parecía ser un lugar de paso de la gente hacia otras chacras; algunos atravesaban el río, a pie, otros seguían caminando por nuestro lado del río, y entre la gente que pasaba, alguien dijo que la canoa era de alguien de Achu (otra comunidad que está más arriba) y que la habían dejado ahí. 

Hermana Gema yendo a la chacra de Juana por la quebrada de Huampami

Así que, la tomamos “prestada”. Subimos todos, Ismael delante, el joven que nos ayudaba, con un palo para ir moviendo la canoa, y Nuria detrás, manejando y también haciendo fuerza con otro palo. Dada la situación, se me ocurrió cantar aquella canción de los Beatles, “We all live in a yellow submarine…”, no sé por qué, me pareció divertido, y con cada pequeño movimiento de alguno de los que estábamos dentro, íbamos balanceándonos en la canoa. Todo estaba silencioso, salvo nosotros, y el paisaje es precioso, todo lleno de árboles a ambos lados de la quebrada, el agua bastante clara, sólo se escuchaba el sonido de los palos golpeando en el agua para desplazar la canoa. Íbamos río arriba, contra corriente, y hubo un tramo un poco más torrentoso, pero con nuestros dos pilotos, conseguimos superarlo y al cabo de un rato estábamos “atracando”.

Hermana Marta, machete en mano, limpiando la chacra 

 Al llegar había un pequeño tambo donde Juana se quedó preparando refresco mientras el resto nos adentramos en la chacra, inmensa, a mis ojos. Es un terreno montañoso y hay de todo: yuca, plátano, guineo, cocona, pituca, sachapapa, cacao…de lo que pude ver. Nosotras íbamos detrás de Nuria, quien, a golpe de machete, bajó unos plátanos, limpió, mandó a Jack a coger guabas,…¡Es increíble cómo se manejan en este medio! (claro, que es su medio, pero de todos modos, es increíble para mí). En un momento necesitó una cuerda para hacer un hatillo con las guabas. Nos dijo que cortáramos la hoja de plátano vieja y tomáramos la hebra del centro, eso servía para amarrar…”ya tenemos soga”.
Sacó una yuka con dos movimientos fuertes de la raíz, removiendo un poco la tierra, y apareció una yuka grande, con muchas ramificaciones. Para nosotras con eso comemos una semana.
Yo lo intenté más tarde, pero no se movían ni las hojas, aunque con un poco de ayuda, logré sacar mi yuca.
Un poco después Jack encontró un avispero debajo de una hoja, hizo un poco de fuego y, cuidadosamente, las fue ahuyentando con el humo. Tomó el panal o lo que fuera aquello y me mostró. Ya no había avispas. Lo abrió y comieron las larvas que había dentro…Aunque él decía que quería conservarlo para ver qué pasaba después y se molestó un poco porque se las comieron todas…Después nos dividimos: Marta se quedó con los jóvenes, cogiendo cocona, y yo me fui con Nuria. Mientras ella quitaba las hierbas y despejaba alrededor de las yucas, yo cogía coconas o conversábamos: me contaba las cosas que su madre le había enseñado. Aunque a sus hijas ya no les gusta mucho ir a la chacra. Quieren estudiar. Hoy en día casi todos quieren estudiar, pero muy pocos tienen posibilidades o encuentran oportunidades, y para las mujeres es doblemente difícil, aunque ya van saliendo algunas tituladas.
De entre las cosas que su madre le enseñó, una es a reconocer cuándo canta el picaflor, que avisa y puede haber una víbora cerca. “Yo sí lo creo”, me dijo, “pero si te descuidas o no haces caso, puede aparecer y te puede picar”.
Estábamos en medio del monte, ahí sí se puede escuchar el silencio, sí, escuchar el silencio y las aves, los bichos…
Hermana Gema y Nuria lavando en la quebrada  los frutos que han traido de la chacra

Luego nos llevó a su chacra nueva. Tuvimos que caminar un poco, subir montaña, hasta que llegamos. Había listones de madera que habían sacado el sábado anterior.
Hoy quería quemar, pero vino un poco de lluvia y no se pudo. Sembramos piña y maíz. Después descansamos otro rato, hicimos una pequeña siesta mientras Juana le hacía una trenza a Marta.  Hasta que ya decidimos regresar. Por el camino habían ido cargando la changuina con las cosas que recogían: yuca, plátano, cocona, hojas de yuca, piña,…pesaba bastante. La cargan con una cinta alrededor de su frente o sobre la cabeza y la canasta va a la espalda. Las mujeres cargan. Los hombres llevan los troncos para la leña. Dicen que es bastante más pesado. No sé, esa changuina estaba bastante pesadita…
Antes de irnos hubo tiempo para otro momento de descanso en que comimos del fruto de una palmera, cuyo nombre no recuerdo, pero me sabía a coco, aunque no era coco. Tenía varios huequitos y había que sorber…
Iniciamos el descenso hasta el puerto donde habíamos dejado la canoa, cargadas con las changuinas y otras cosas, y los machetes, ¡claro!
Esta vez íbamos a favor del río y llegamos antes, sin demasiado esfuerzo. Al llegar al lugar de partida devolvimos la canoa “prestada” y lavamos la yuca, la pituca, las frutas,…hubo quien se dio un baño en el río. Eran cerca de las 14:00 y también veíamos otra gente que llegaba, como nosotros. Otros atravesaban el río caminando, con su changuina cargada a la espalda. Un perro nadando, cruzando el río…Descansamos un rato hasta iniciar el tramo final, este a pie, y con lluvia cuando ya entramos en Huampami pueblo. Llegamos a casa cerca de las tres, cansadas pero contentas.
Un día más acompañando la vida de la gente. Un motivo más para dar gracias por estas experiencias y oportunidades de compartir.

 Gema Pérez Jover 

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