sábado, 28 de marzo de 2015

VIDA OCULTA EN NAZARET

Aprovechamos de nuevo para adentrarnos un poco más en la vida de Jesús, especialmente en este tiempo previo a la Semana santa. Hemos encontrado un escrito que imagina a Lucas conversando con María para conocer más sobre Jesús Lucas lo llama:

CONVERSACIONES CON MARÍA

Lucas era, en verdad, un curioso incorregible y un apasionado de Jesús, así que, en cuanto tenía una oportunidad, buscaba a María, la madre de Jesús, y le decía:
¡Cuéntame, María!
Y María, recordaba y le contaba…


Desde el día de su nacimiento, al mirarlo, se me quedó esa sensación de sobrecogimiento ante el misterio. Esos primeros días fueron los más desconcertantes para mí, por lo que dijeron los pastores, y me preguntaba constantemente”¿Qué será de este niño?”. Después sucedió lo de ese viejo, Simeón, en el Templo… Y cierto temor y como un escalofrío se apoderaba de mí al ir viendo todas estas cosas.

Por fin regresamos a casa, a Nazareth, y llegó un tiempo de normalidad. Jesús crecía, empezó a gatear, sus primeros pasos…Sobre todo era…¡curioso! ¡Sí, era muy curioso! Todo lo quería ver, y cuando siguió creciendo, todo lo quería saber…Su padre le educaba en su profesión, en nuestra cultura, en ser un buen judío.
Era inquieto, alegre, tierno y sensible. No le gustaba ver sufrir a nadie y corría rápido a visitar y animar a quien estuviera enfermo.


Y cuestionaba. “Mamá, ¿por qué no vas tú a la Sinagoga?¿por qué no puedes entrar con papá y conmigo?”. Y eran preguntas que nos hacían plantearnos muchas cosas que estaban establecidas así desde siempre…

¡Y le encantaba meter la nariz en todo! (“¡Déjame amasar, como tú!”; “¡Cuéntame de nuevo eso de la levadura en la masa…!”). O cuando salía con su padre, ¡le volvía loco a preguntas! (“¿Qué árbol es ese, papá? ¿Por qué es tan pequeño? ¿De verdad esta semilla tan pequeña luego se hace árbol…? ¡Mira! ¡Los pájaros se posan en él! ¡¿No es asombroso, papá?!”).



Crecía bien, era hermoso, inteligente…¡qué voy a decir yo, su madre! Era especial. Al cumplir los 12 nos dio un susto, cuando se quedó en el Templo, en Jerusalén, pero eso ya lo sabes, aunque tengo grabada su respuesta en mi corazón: “Tengo que atender las cosas de mi Padre…”. ¡Las cosas de su padre! Me dejó asombrada, preocupada, y de nuevo empecé a pensar: “¿Qué será de este niño, Señor?”. Nunca volvió a hacer algo semejante, ni a desobedecernos.

Todo lo observaba, una vez llegó diciendo: “Mamá, a la sra. Edina se le perdió una moneda. La estuvimos buscando por toda la casa. Se puso a barrer y nada. Finalmente la encontró y ¡se puso a dar saltos de alegría! Es curioso, ¿no, mamá? Tenía otras 99, pero se preocupó por esa que había perdido como si fuera la única…”


Y se mezclaba con los pastores, ¡le encantaba ir a pasa la noche en vela con ellos, decía que aprendía mucho de ellos…Siempre me parecía que quería conocerlo todo, como si quisiera absorber todo lo que veía y vivía. No le gustaba que maltrataran a las mujeres y, ¡el muy ladino, conversaba con las prostitutas! “Jesús, no hace falta que te pares con todas las prostitutas!”, le decía yo, y me sorprendía con su respuesta: “No te preocupes, mamá, solo son mis amigas…”.


Te contaré más cosas, Lucas, eres casi tan curioso como él, pero será otro día. Nos acercamos al tiempo de la Pascua, tiempo en que le recuerdo –le recordamos todos-especialmente. Otro día seguiremos, Lucas.





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