miércoles, 6 de enero de 2016

EPIFANIA, GRAN FIESTA MISIONERA DEL AÑO

La Epifanía es la primera y gran fiesta misionera del año
-La Epifanía es la primera y gran fiesta misionera del año. Y toda ella está marcada por el Anuncio del propio Jesús: “El tiempo ha llegado, el Reino está cerca, convertíos y creed en la Buena Noticia” (Mc 1,14). Es una Buena Noticia, por lo tanto es alegría (Muy acertado el que la primera Exhortación del Papa Francisco, queriendo iniciar una etapa nueva en la Iglesia la titulara“Evangelii Gaudium” =La alegría del evangelio)

Toda la liturgia hoy desborda alegría
 La profecía de Isaías nos describe un mundo, una sociedad en tinieblas y una luz que se abre, que se va imponiendo. Pero no una luz que deslumbra y que ciega, NO: una luz que ilumina, que marca el camino para que todos los pueblos descubran al Salvador que llega.

  •  Ese Salvador que, simbólicamente, encuentran los magos o sabios de Oriente, representantes de toda la humanidad no judía, no creyente. Después de pasar Jerusalén -donde no ha valido la pena preguntar ni buscar- dice Mateo que “al ver la estrella de nuevo, se llenaron de alegría”, seguros, ahora SI, de que iban a encontrar a quien buscaban.

  • También Pablo en la carta a los Efesios comunica gozoso a sus cristianos que Dios se ha manifestado plenamente, que él (y ellos a través de él) han conocido ese gran misterio de un Dios que ama y se manifiesta a todos, también a los paganos.
  • ¿Por qué tanta alegría? Es el salmo 71 el que nos da las pistas certeras: porque “va a regir al pueblo con justicia”, porque van a “florecer la justicia y la paz” (éstas, como dice otro salmo “se besan”, siempre van juntas), porque “librará al pobre que suplica, al afligido que no tiene protector, se apiadará del humilde e indigente, salvará la vida de los pobres, salvará de la violencia sus vidas, pues su sangre es preciosa ante sus ojos”.
             
                               

-Sí, hoy se nos anuncia a todos sin excepción que nos ha nacido un salvador en ese niño débil e indefenso que, con su débil voz, nos está gritando que Dios quiere otro mundo, uno en el que podamos ser hermanos de verdad, sin odios, ni exclusiones, sin abusos ni acaparamientos, sin corrupción… donde no excluyamos a nadie y acojamos a todos.

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