jueves, 2 de marzo de 2017

CIEN POR CIEN MISIONERA EN SANTA MARÍA DEL NIEVA

Son tiempos de despedidas, de cerrar estancias en algunos lugares donde ya hemos permanecido muchos años y buscar nuevos caminos por los que creemos que el Señor nos puede llevar. Pero dejar lugares donde hemos pasado buena parte de nuestra vida, cuesta. Nos cuesta porque también el corazón se implica y es mucho lo vivido y mucha la gente que nos ha acompañado en estos años, que han hecho vida con nosotras, que forman parte de nosotras, de nuestra historia, de la historia de salvación que juntas y juntos construimos con el Señor que camina junto a nosotr@s.

Herminia Altieri en su último viaje de despedida a Nieva.

Y una de estas despedidas ha sido la de nuestra hermana HERMINIA ALTIERI, que tras muchos años en el NIEVA (CONDORCANQUI, DEPARTAMENTO DE AMAZONAS, PERÚ), ha dejado este lugar de misión. Herminia escribe una carta donde recoge, agradecida, la oportunidad que ha tenido de regresar a Nieva y despedirse de su gente.


Herminia con las hermanas y una amiga con su pequeño.

Desde Lima escribo mi última visita a Santa María de Nieva. Un viaje inolvidable, lleno de amor y agradecimiento. Agradecimiento a Dios y a las hermanas que lo han hecho posible.
Santa María de Nieva, mi segundo lugar de misión acá en el Perú. Llegué a Nieva en 1960 y salgo de allá en enero de 2016.

Todo empezó con Jaén,donde se celebraba el70 aniversario del Vicariato...

Recordando… llego a mi primera misión en 1950, LAGUNAS, en el río HUALLAGA, con los hermanos cocamillas. Mi corazón y todo mi ser estaban llenos de ilusión misionera. Allá hice de todo: recorrí el río HUALLAGA visitando todos los caseríos que había en sus márgenes y algunos más adentro, internados en la espesura de la selva. Me sentía misionera al cien por cien, tanto más cuanto más adentraba, cuanto más en contacto con la gente estaba.

Ya en el Nieva, fueron incontables las visitas y las muestras de cariño

Pero un día, así, de repente y sin aviso –como eran las cosas antiguamente-, me comunican que me destinan a Sta. María de Nieva. Recuerdo la sensación de vacío que me embargó, pero también se ser una misionera llena de Dios y que era Dios quien me empujaba a este otro lugar, quien me llevaba a desprenderme de lo que en aquél momento iba llenado por completo mi corazón. Yo sentía que era Dios quien me llevaba. En aquella época no se daban despedidas, nada; así salí. Era el pensamiento y el modo de actuar de la época.

Se tuvo una celebración en la capilla de Jan Velasco Alvarado

En el nuevo lugar, Sta. María de Nieva, me esperaban Dios y 7 hermanas como yo, de La COMPAÑÍA MISIONERA; me esperaban con todo el cariño y…buena chamba misionera!!!! No en vano me destinaron allá.
Desde entonces puse toda mi vida al servicio de Dios y de mis hermanos awajun (aguarunas) y Wampis (Huambisas) en los ríos Nieva, Marañón, Cenepa y Santiago. De nuevo me sentía misionera al ciento por ciento. Nunca había dejado de serlo. Es algo que va con nuestro carisma: sentirse misionera al cien por cien, la exclusividad misionera en lugares concretos, la misión ad gentes…Hay que vivirlo. Me faltan las palabras.
Me tocó cuidar de un internado con 121 niñas de 6 hasta 15 años, según nuestros cálculos (pues ellos no sabían dar cuenta de su edad). En la actualidad soy madrina de buena parte de las hijas de estas niñas de entonces. Les enseñé a amar a Dios y conocerlo como el Padre bueno que es; a ser mujeres y saberse comportar como hijas de Dios.
Me relacioné con cientos de mujeres gracias a los talleres de costura. Las visitaba en sus propias comunidades (viajes por los ríos). Les conversaba sobre Dios: mi Dios, el suyo. Conversábamos de sus costumbres y las dificultades con que se encontraban, de la vida…¡¡Éramos tan felices!!
Todo eso les cuento y muchas cosas más que una misionera lleva en su corazón y en la historia de su vida y de las vidas de tantas personas con las que ha convivido a lo largo de su vida, que se han hecho una vida común, una gran familia de amor con Dios como Padre bueno, amoroso. Todas estas cosas solo se encuentran y se comprenden desde Dios.
Así, en enero de 2016 llegué a Lima junto con mi comunidad de Nieva, para las “vacaciones” de fin de año, que más que vacaciones son un popurrí de actividades: reuniones, retiro, tareas varias, comunicación con las hermanas de otras misiones,… Pero este año yo me encontré con una sorpresa…”Herminia, te quedas en Lima. Acá también vas a ser misionera…” Puse mis objeciones, pero había una respuesta para cada una de ellas. “¿Por qué me quedo?”. “Porque te has caído y tienes 90 años…”. Y era cierto, me había caído y se me rompió una costilla…poca cosa para mi…y también era cierto, tenía 91 años!!! Me costó asumirlo, pero cuando empezaba a ver mi estancia en Lima como algo de Dios y que era Él quien estaba actuando a través de mis hermanas, me llegó una sorpresa mayor: “Herminia, ¿quieres ir a Nieva a despedirte de tu gente?”. No tengo palabras para agradecer tanta dicha que sentí en ese momento. No sé si todas estas cosas se pueden comprender fuera de mi Dios, pero haber podido regresar a Nieva y recibir tantas muestras de cariño de mi gente es algo que nunca olvidaré y agradeceré por siempre a cada una de las personas que o hicieron posible y que estuvieron en mi camino en este viaje.
Ahora estoy en Lima, en mi nueva comunidad. Sigo siendo y sintiéndome misionera cien por cien, al estilo limeño, pero siempre “a lo Dios”.
Gracias Señor por esta vocación misionera que me hace tan feliz, que me ha hecho tan feliz a lo largo de toda mi vida.



Gracias, Herminia, por tu compartir, por tu vocación misionera, por tu entrega al Señor, por tu búsqueda de su voluntad y su Presencia en cada acontecimiento de tu vida.


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