viernes, 12 de septiembre de 2014

EXPERIENCIAS DE OTRO MUNDO


Somos Carmen y María Peyró, estudiantes de derecho y medicina respectivamente, y sobrinas de la Hermana María Dolores García, misionera de la Compañía del Sagrado Corazón de Jesús.

Toda nuestra vida, desde pequeñas, oíamos de nuestros mayores las historias de “la tía Lolita” en El Perú, quien desde muy joven decidió dejarlo todo para ir a ayudar a aquellos que más lo necesitaban. Y así, escuchando siempre hablar de ella, de su trabajo y  de sus vivencias en la selva apareció nuestro interés en conocer esa otra realidad del mundo e intentar “echar una mano”.
Creíamos que ahora, una vez algo mayores, era el momento de realizar esta especie de sueño, así que, decididas a ello, nos pusimos en contacto con las Hermanas y concretamos nuestro viaje hacia El Perú, con destino final Jeberos, donde realizaríamos nuestra pequeñísima Misión.  Para ello, llegamos primero a Lima, continuamos hacia Tarapoto en otro vuelo y una vez allí nos trasladamos a Yurimaguas, y, finalmente, una avioneta nos llevaría hasta Jeberos.

Parroquia de Jeberos y casa de las hermanas.
Jeberos es una comunidad perteneciente al Vicariato Apostólico de Yurimaguas, situado en la región de Loreto, en plena selva amazónica, accesible únicamente a través de bote (con una duración de tres días) o bien, por avioneta. Este pueblo fue fundado por el Padre Lucas de la Cueva, quien trazó los rectos caminos que hoy por hoy siguen conformando la estructura del mismo.
Hermanas: Carmina, Astrid, Carmen, Sylvia, Berta y Angelica en la puerta de la casa.

Una vez llegamos, las Hermanas Sylvia, Carmen Bravo, Angélica y Bertha nos recibieron con los brazos más que abiertos y nos pusieron al corriente de la situación política, social y cultural jeberina. Es difícil precisar el día a día en estos sitios, pues cada jornada se torna diferente a la anterior, sin embargo, nuestra tarea fija sería la de enseñar matemáticas en las tardes a los niños de secundaria y ayudar en la posta o centro de salud.
En nuestros ratos libres ayudaríamos a las Hermanas en sus tareas diarias, que abarcaban desde organizar la biblioteca, arreglar cantorales, sembrar y recoger en la huerta, hasta visitar a aquellos que más lo requerían.
Carmen junto a unos niños del colegio en el desfile de Fiestas Patrias.

Para nosotras, Jeberos es el pueblo de los niños, fueras por donde fueras, mañana o tarde siempre encontrarías a cantidad de niños por las calles, sonriendo tímidamente a dos extrañas. Esta comunidad alberga unos dos mil habitantes aproximadamente, en su mayoría personas mayores y niños, la alegría del pueblo.
Celebrando la Liturgia de la Palabra en la Parroquia de Jeberos.

En lo que respecta a la parroquia de Jeberos,  no dispone de sacerdote, éste únicamente acude alguna vez al año para fechas señaladas, como es Santa Rosa, patrona del pueblo. Así, las Hermanas son las que se ocupan de evangelizar, supliendo con creces la labor que tendría el párroco: cada domingo realizan su propia celebración en la iglesia, a la que acude gran parte del pueblo y de la que muchos participan, ya sea leyendo la palabra, rogando, dando gracias o cantando. Después de esta celebración, los niños que lo desean acuden a su hora de catequesis, impartida por los animadores, personas adultas que ellas mismas han preparado para ello.

María junto a unos niños shawi
Además de su labor evangelizadora, las Hermanas han realizado tareas muy importantes, como la fundación de la cooperativa, una escuela y el centro de la mujer, en el que se imparten clases de costura, donde enseñan a poder elaborar su propia ropa, sin necesidad de gastar dinero para ello; así como clases de refuerzo para los niños de secundaria. También hay un horno donde aprenden a hacer pan y derivados para consumo propio y/o venderlo.
Hermana Sylvia y Astrid, misionera laical, enseñando hacer pan.
Durante nuestra corta estancia pudimos comprobar cómo estas personas viven dedicadas, en su mayoría, principal y exclusivamente al mantenimiento de su chacra, su medio de vida, trabajando de sol a sol sin importar edad y género. El principal cultivo es la yuca, aunque también se dan muchos otros. Sin embargo, la gente todavía no está convencida de ello, reafirmados en el monocultivo, talan y queman numerosas hectáreas para crear nuevas chacras donde poder seguir cultivando este alimento. Una de las principales labores de las Hermanas es convencer a esa gente de que en la Amazonía las plantas no compiten, sino que conviven; cosa que pudimos comprobar por medio de la Pastoral de la Tierra; asimismo intentan que, junto con la yuca, la gente plante todo tipo de verduras destinadas a su alimentación, con el fin de conseguir una dieta algo más equilibrada, ya que hay una gran escasez de muchos de los alimentos a los que nosotros estamos acostumbrados. 
Además, en estos momentos existen muchos problemas relacionados con las empresas petroleras, madereras y barbasqueras: éstas pretenden comprar a precios bajísimos las tierras de las personas, quitándoles así su medio de vida, convirtiéndolos en trabajadores de las mismas; aquí, las Hermanas también juegan un importante papel, concienciando al pueblo de que, esa tierra, por muy pequeña que sea, es su alimento, su pan de cada día, y que el dinero que les ofrecen es “pan para hoy y hambre para mañana”.
Otro de los problemas a los que se enfrenta el pueblo jeberino, al igual que el resto de la Amazonía, es el olvido por parte de aquellos que se encuentran en el poder: hablamos de un pueblo inaccesible rápidamente, al que llevan años prometiéndole una carretera que nunca llega; no cuenta con agua corriente, y con sólo cuatro horas diarias de luz eléctrica; el centro de salud dispone de gente muy capacitada, sin embargo no se tienen los medios básicos, los medicamentos se agotan y en ocasiones hay que darlos con cuentagotas, no cuentan con oxígeno o análisis de sangre, quizás, el problema no es sólo que no cuenten con ello, sino que esto es totalmente imposible de conseguir de una manera inmediata por esa falta de comunicación de la que hablábamos, una emergencia allí supone un mundo y algo complicadísimo; en el ámbito educativo se encuentran en una situación complicada, y al final, quien paga el plato roto no son otros que los niños, salvados por sus ganas de aprender y seguir hacia adelante.
Hermana Sylvia , despidiendo a  Maria y Carmen en la sala de espera del aeropuerto de Jeberos.
Por último nos queda decir que para nosotras ha sido una experiencia inolvidable, de la que hemos aprendido mucho y de la que nos llevamos mucho. Sabíamos que nos íbamos a llevar una gran lección de vida, pero no tan grande como la que ha sido. Estamos muy agradecidas a las Hermanas de la Compañía  Misionera del Sagrado Corazón de Jesús y al pueblo de Jeberos por la oportunidad tan importante que nos han brindado, porque gracias a ello hemos descubierto otra realidad, otro mundo, por hacernos ver de verdad aquello que dicen de que cuando das, siempre recibes, y nosotras hemos recibido muchísimo. Al llegar a casa te das cuenta de lo realmente afortunados que somos, de lo desigual e injusto que es el mundo, nadie tiene la culpa de nacer donde se ha nacido, pero si bien, aquellos que hemos tenido la fortuna de haber nacido en un mundo más desarrollado tenemos el deber de saber que existe otro mundo, y por ende, el deber moral de intentar ayudar en la medida de nuestras posibilidades a aquellos que no han tenido tanta suerte como nosotros, al fin y al cabo, como nos han enseñado las Hermanas, ellos también son nuestros Hermanos. Ahora más que nunca comprendemos esa cita que se encuentra en el cuarto de estar de nuestra casa de Letur (Albacete): «Yo dormía y soñé que la vida era alegría, desperté y vi que la vida era servicio, serví y comprendí que el servicio era la verdadera alegría» (Rabindranath Tagore).

Gracias de todo corazón.
Carmen y María Peyró Sánchez




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