Somos Carmen y María Peyró, estudiantes de derecho y
medicina respectivamente, y sobrinas de la Hermana María Dolores García,
misionera de la Compañía del Sagrado Corazón de Jesús.
Toda nuestra vida, desde pequeñas, oíamos de nuestros
mayores las historias de “la tía Lolita” en El Perú, quien desde muy joven
decidió dejarlo todo para ir a ayudar a aquellos que más lo necesitaban. Y así,
escuchando siempre hablar de ella, de su trabajo y de sus vivencias en la selva apareció nuestro
interés en conocer esa otra realidad del mundo e intentar “echar una mano”.
Creíamos que ahora, una vez algo mayores, era el
momento de realizar esta especie de sueño, así que, decididas a ello, nos
pusimos en contacto con las Hermanas y concretamos nuestro viaje hacia El Perú,
con destino final Jeberos, donde realizaríamos nuestra pequeñísima Misión. Para ello, llegamos primero a Lima,
continuamos hacia Tarapoto en otro vuelo y una vez allí nos trasladamos a Yurimaguas,
y, finalmente, una avioneta nos llevaría hasta Jeberos.
Parroquia de Jeberos y casa de las hermanas.
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Jeberos es una comunidad perteneciente al Vicariato
Apostólico de Yurimaguas, situado en la región de Loreto, en plena selva
amazónica, accesible únicamente a través de bote (con una duración de tres
días) o bien, por avioneta. Este pueblo fue fundado por el Padre Lucas de la
Cueva, quien trazó los rectos caminos que hoy por hoy siguen conformando la
estructura del mismo.
Hermanas: Carmina, Astrid, Carmen, Sylvia, Berta y Angelica en la puerta de la casa. |
Una vez llegamos, las Hermanas Sylvia, Carmen Bravo,
Angélica y Bertha nos recibieron con los brazos más que abiertos y nos pusieron
al corriente de la situación política, social y cultural jeberina. Es difícil
precisar el día a día en estos sitios, pues cada jornada se torna diferente a
la anterior, sin embargo, nuestra tarea fija sería la de enseñar matemáticas en
las tardes a los niños de secundaria y ayudar en la posta o centro de salud.
En nuestros ratos libres ayudaríamos a las Hermanas en sus tareas diarias, que abarcaban desde organizar la biblioteca, arreglar cantorales, sembrar y recoger en la huerta, hasta visitar a aquellos que más lo requerían.
En nuestros ratos libres ayudaríamos a las Hermanas en sus tareas diarias, que abarcaban desde organizar la biblioteca, arreglar cantorales, sembrar y recoger en la huerta, hasta visitar a aquellos que más lo requerían.
Carmen junto a unos niños del colegio en el desfile de Fiestas Patrias. |
Para nosotras, Jeberos es el pueblo de los niños,
fueras por donde fueras, mañana o tarde siempre encontrarías a cantidad de
niños por las calles, sonriendo tímidamente a dos extrañas. Esta comunidad
alberga unos dos mil habitantes aproximadamente, en su mayoría personas mayores
y niños, la alegría del pueblo.
Celebrando la Liturgia de la Palabra en la Parroquia de Jeberos. |
En lo que respecta a la parroquia de Jeberos, no dispone
de sacerdote, éste únicamente acude alguna vez al año para fechas señaladas,
como es Santa Rosa, patrona del pueblo. Así, las Hermanas son las que se ocupan
de evangelizar, supliendo con creces la labor que tendría el párroco: cada
domingo realizan su propia celebración en la iglesia, a la que acude gran parte
del pueblo y de la que muchos participan, ya sea leyendo la palabra, rogando,
dando gracias o cantando. Después de esta celebración, los niños que lo desean
acuden a su hora de catequesis, impartida por los animadores, personas adultas
que ellas mismas han preparado para ello.
María junto a unos niños shawi
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Además de su labor evangelizadora, las Hermanas han
realizado tareas muy importantes, como la fundación de la cooperativa, una
escuela y el centro de la mujer, en el que se imparten clases de costura, donde
enseñan a poder elaborar su propia ropa, sin necesidad de gastar dinero para
ello; así como clases de refuerzo para los niños de secundaria. También hay un
horno donde aprenden a hacer pan y derivados para consumo propio y/o venderlo.
Hermana Sylvia y Astrid, misionera laical, enseñando hacer pan. |
Durante nuestra corta estancia pudimos comprobar cómo
estas personas viven dedicadas, en su mayoría, principal y exclusivamente al mantenimiento
de su chacra, su medio de vida, trabajando de sol a sol sin importar edad y
género. El principal cultivo es la yuca, aunque también se dan muchos otros.
Sin embargo, la gente todavía no está convencida de ello, reafirmados en el
monocultivo, talan y queman numerosas hectáreas para crear nuevas chacras donde
poder seguir cultivando este alimento. Una de las principales labores de las
Hermanas es convencer a esa gente de que en la Amazonía las plantas no compiten,
sino que conviven; cosa que pudimos comprobar por medio de la Pastoral de la
Tierra; asimismo intentan que, junto con la yuca, la gente plante todo tipo de
verduras destinadas a su alimentación, con el fin de conseguir una dieta algo más
equilibrada, ya que hay una gran escasez de muchos de los alimentos a los que
nosotros estamos acostumbrados.
Además, en estos momentos existen muchos
problemas relacionados con las empresas petroleras, madereras y barbasqueras: éstas
pretenden comprar a precios bajísimos las tierras de las personas, quitándoles
así su medio de vida, convirtiéndolos en trabajadores de las mismas; aquí, las
Hermanas también juegan un importante papel, concienciando al pueblo de que,
esa tierra, por muy pequeña que sea, es su alimento, su pan de cada día, y que
el dinero que les ofrecen es “pan para hoy y hambre para mañana”.
Otro de los problemas a los que se enfrenta el pueblo
jeberino, al igual que el resto de la Amazonía, es el olvido por parte de
aquellos que se encuentran en el poder: hablamos de un pueblo inaccesible
rápidamente, al que llevan años prometiéndole una carretera que nunca llega; no
cuenta con agua corriente, y con sólo cuatro horas diarias de luz eléctrica; el
centro de salud dispone de gente muy capacitada, sin embargo no se tienen los
medios básicos, los medicamentos se agotan y en ocasiones hay que darlos con
cuentagotas, no cuentan con oxígeno o análisis de sangre, quizás, el problema
no es sólo que no cuenten con ello, sino que esto es totalmente imposible de
conseguir de una manera inmediata por esa falta de comunicación de la que
hablábamos, una emergencia allí supone un mundo y algo complicadísimo; en el
ámbito educativo se encuentran en una situación complicada, y al final, quien
paga el plato roto no son otros que los niños, salvados por sus ganas de
aprender y seguir hacia adelante.
Hermana Sylvia , despidiendo a Maria y Carmen en la sala de espera del aeropuerto de Jeberos. |
Por último nos queda decir que para nosotras ha sido
una experiencia inolvidable, de la que hemos aprendido mucho y de la que nos
llevamos mucho. Sabíamos que nos íbamos a llevar una gran lección de vida, pero
no tan grande como la que ha sido. Estamos muy agradecidas a las Hermanas de la
Compañía Misionera del Sagrado Corazón
de Jesús y al pueblo de Jeberos por la oportunidad tan importante que nos han
brindado, porque gracias a ello hemos descubierto otra realidad, otro mundo,
por hacernos ver de verdad aquello que dicen de que cuando das, siempre
recibes, y nosotras hemos recibido muchísimo. Al llegar a casa te das cuenta de
lo realmente afortunados que somos, de lo desigual e injusto que es el mundo,
nadie tiene la culpa de nacer donde se ha nacido, pero si bien, aquellos que
hemos tenido la fortuna de haber nacido en un mundo más desarrollado tenemos el
deber de saber que existe otro mundo, y por ende, el deber moral de intentar
ayudar en la medida de nuestras posibilidades a aquellos que no han tenido
tanta suerte como nosotros, al fin y al cabo, como nos han enseñado las
Hermanas, ellos también son nuestros Hermanos. Ahora más que nunca comprendemos
esa cita que se encuentra en el cuarto de estar de nuestra casa de Letur
(Albacete): «Yo dormía y soñé que la vida
era alegría, desperté y vi que la vida era servicio, serví y comprendí que el
servicio era la verdadera alegría» (Rabindranath Tagore).
Gracias de todo corazón.
Carmen y María Peyró Sánchez
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