Leydi Cuéllar,hermana de la COMPAÑÍA MISIONERA del SAGRADO CORAZÓN de JESÚS, que lleva todo este año en Haití, nos comparte algunas de sus experiencias por este país y cómo vivió el paso del último huracán, Mateo.
Con los niños de la escuelita |
En esta ocasión yo quiero compartir mi experiencia con la región del sur de
Haití. El mes pasado organizamos un
encuentro con varias parroquias de la zona y lo hicimos con el párroco de la
parroquia de Chambellan los días 24y 25 de Septiembre. Mientras íbamos de camino para el pueblo, que
esta como a unas nueve horas en carro, yo estaba maravillada de los paisajes
tan bonitos y tan verdes de la zona: los árboles frutales, las palmeras a lo
largo de las playas, los cultivos de plátanos, arroz, maíz y caña de azúcar entre otros, el poder ver
pescado fresco y ríos de aguas cristalinas me dejaban cada vez más asombrada, no porque no conociera
algo parecido sino porque lo estaba viendo en Haití y no recuerdo cuántas veces
repetí lo que me había dicho un joven Haitiano cuando llegue a este país (la
belleza de Haití no está en su capital). Y yo lo constaté viendo cómo el sur se
estaba convirtiendo en la despensa del país, con su agricultura que se iba
desarrollando poco a poco, la región que más estaba progresando, tanto así que
la gente estaba muy contenta con los trabajos que estaban realizando. En las
carreteras algunos decían que ahora ya
se podía llegar a todos los pueblos sin grandes dificultades.
Sembrando, reforestando. Enseñarles a amar la naturaleza y su país, es importante, desde bien pequeños. |
Ocho días más tarde toda esa situación de la región del sur ya había
cambiado completamente, el paisaje era desolador, nada que ver con lo que ya había
registrado en mis pupilas: los ríos de aguas cristalinas y el inmenso mar azul
tenían otra imagen, los diferentes verdes de la naturaleza y de las bellas
palmeras, todo había cambiado convirtiéndose en un paisaje desolador causado
por las ráfagas de viento y el agua que trajo consigo el huracán Mateo. Todo quedo
en tinieblas: los postes de la red eléctrica todos por tierra igual que los de
las telecomunicaciones, puentes rotos, casas en ruinas, personas muertas, otras
desaparecidas y muchos heridos, todos los cultivos se los llevó la fuerza del
agua, también los animales. Ante toda
esta situación tan caótica y las imágenes que continúan circulando a través de
los medios de comunicación yo siento impotencia y una inmensa tristeza. Hasta
ahora sigo intentando comunicarme con algunos de los jóvenes con los que estuvimos
en contacto y no he podido hablar con
todos.
Por otra parte, aquí en Haití estoy trabajando con los niños en una
escuelita que está en un barrio bastante marginado de la zona, esta vez en
Puerto Príncipe, el cual se creó después del terremoto. Allí tengo la posibilidad de trabajar con
niños que tienen diferentes tipos de minusvalías, unos con dificultades
físicas, otros del habla y la mayoría psíquicas. Cada día vamos intentando
hacer con ellos algunas actividades en la medida de sus posibilidades, además
yo hago también de representante de la directora, la hna. Gloria, ella trabaja más tiempo en la otra sede que
tiene el colegio en donde está la dirección.
Ahora con lo del huracán han resultado muchas familias afectadas y entre
esas las de los profesores. Estamos haciendo con los niños una recogida de
alimentos no perecederos y cosas de limpieza para colaborar con algo a las
familias de los profesores. Ya sabemos que los niños no tienen mucho en sus
casas ya que viven en un barrio muy pobre, pero al hacer que vean las
necesidades de los otros, todos colaboran en la medida de lo posible. Esta es
una de las muchas cosas hermosas de Haití.
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