Son tiempos de despedidas, de cerrar estancias en
algunos lugares donde ya hemos permanecido muchos años y buscar nuevos caminos
por los que creemos que el Señor nos puede llevar. Pero dejar lugares donde
hemos pasado buena parte de nuestra vida, cuesta. Nos cuesta porque también el
corazón se implica y es mucho lo vivido y mucha la gente que nos ha acompañado
en estos años, que han hecho vida con nosotras, que forman parte de nosotras,
de nuestra historia, de la historia de salvación que juntas y juntos construimos
con el Señor que camina junto a nosotr@s.
Herminia Altieri en su último viaje de despedida a Nieva. |
Y una de estas despedidas ha sido la de nuestra
hermana HERMINIA ALTIERI, que tras muchos años en el NIEVA (CONDORCANQUI,
DEPARTAMENTO DE AMAZONAS, PERÚ), ha dejado este lugar de misión. Herminia
escribe una carta donde recoge, agradecida, la oportunidad que ha tenido de
regresar a Nieva y despedirse de su gente.
Herminia con las hermanas y una amiga con su pequeño. |
Desde Lima
escribo mi última visita a Santa María de Nieva. Un viaje inolvidable, lleno de
amor y agradecimiento. Agradecimiento a Dios y a las hermanas que lo han hecho
posible.
Santa María de
Nieva, mi segundo lugar de misión acá en el Perú. Llegué a Nieva en 1960 y
salgo de allá en enero de 2016.
Todo empezó con Jaén,donde se celebraba el70 aniversario del Vicariato... |
Recordando…
llego a mi primera misión en 1950, LAGUNAS, en el río HUALLAGA, con los
hermanos cocamillas. Mi corazón y todo mi ser estaban llenos de ilusión
misionera. Allá hice de todo: recorrí el río HUALLAGA visitando todos los
caseríos que había en sus márgenes y algunos más adentro, internados en la
espesura de la selva. Me sentía misionera al cien por cien, tanto más cuanto
más adentraba, cuanto más en contacto con la gente estaba.
Ya en el Nieva, fueron incontables las visitas y las muestras de cariño |
Pero un día,
así, de repente y sin aviso –como eran las cosas antiguamente-, me comunican
que me destinan a Sta. María de Nieva. Recuerdo la sensación de vacío que me
embargó, pero también se ser una misionera llena de Dios y que era Dios quien
me empujaba a este otro lugar, quien me llevaba a desprenderme de lo que en
aquél momento iba llenado por completo mi corazón. Yo sentía que era Dios quien
me llevaba. En aquella época no se daban despedidas, nada; así salí. Era el
pensamiento y el modo de actuar de la época.
Se tuvo una celebración en la capilla de Jan Velasco Alvarado |
En el nuevo
lugar, Sta. María de Nieva, me esperaban Dios y 7 hermanas como yo, de La
COMPAÑÍA MISIONERA; me esperaban con todo el cariño y…buena chamba misionera!!!!
No en vano me destinaron allá.
Desde entonces
puse toda mi vida al servicio de Dios y de mis hermanos awajun (aguarunas) y
Wampis (Huambisas) en los ríos Nieva, Marañón, Cenepa y Santiago. De nuevo me
sentía misionera al ciento por ciento. Nunca había dejado de serlo. Es algo que
va con nuestro carisma: sentirse misionera al cien por cien, la exclusividad
misionera en lugares concretos, la misión ad gentes…Hay que vivirlo. Me faltan
las palabras.
Me tocó cuidar
de un internado con 121 niñas de 6 hasta 15 años, según nuestros cálculos (pues
ellos no sabían dar cuenta de su edad). En la actualidad soy madrina de buena
parte de las hijas de estas niñas de entonces. Les enseñé a amar a Dios y
conocerlo como el Padre bueno que es; a ser mujeres y saberse comportar como
hijas de Dios.
Me relacioné con
cientos de mujeres gracias a los talleres de costura. Las visitaba en sus
propias comunidades (viajes por los ríos). Les conversaba sobre Dios: mi Dios,
el suyo. Conversábamos de sus costumbres y las dificultades con que se
encontraban, de la vida…¡¡Éramos tan felices!!
Todo eso les
cuento y muchas cosas más que una misionera lleva en su corazón y en la
historia de su vida y de las vidas de tantas personas con las que ha convivido
a lo largo de su vida, que se han hecho una vida común, una gran familia de
amor con Dios como Padre bueno, amoroso. Todas estas cosas solo se encuentran y
se comprenden desde Dios.
Así, en enero de
2016 llegué a Lima junto con mi comunidad de Nieva, para las “vacaciones” de
fin de año, que más que vacaciones son un popurrí de actividades: reuniones,
retiro, tareas varias, comunicación con las hermanas de otras misiones,… Pero
este año yo me encontré con una sorpresa…”Herminia, te quedas en Lima. Acá
también vas a ser misionera…” Puse mis objeciones, pero había una respuesta
para cada una de ellas. “¿Por qué me quedo?”. “Porque te has caído y tienes 90
años…”. Y era cierto, me había caído y se me rompió una costilla…poca cosa para
mi…y también era cierto, tenía 91 años!!! Me costó asumirlo, pero cuando
empezaba a ver mi estancia en Lima como algo de Dios y que era Él quien estaba
actuando a través de mis hermanas, me llegó una sorpresa mayor: “Herminia,
¿quieres ir a Nieva a despedirte de tu gente?”. No tengo palabras para
agradecer tanta dicha que sentí en ese momento. No sé si todas estas cosas se
pueden comprender fuera de mi Dios, pero haber podido regresar a Nieva y
recibir tantas muestras de cariño de mi gente es algo que nunca olvidaré y
agradeceré por siempre a cada una de las personas que o hicieron posible y que
estuvieron en mi camino en este viaje.
Ahora estoy en
Lima, en mi nueva comunidad. Sigo siendo y sintiéndome misionera cien por cien,
al estilo limeño, pero siempre “a lo Dios”.
Gracias Señor
por esta vocación misionera que me hace tan feliz, que me ha hecho tan feliz a
lo largo de toda mi vida.
Gracias, Herminia, por tu compartir, por tu vocación
misionera, por tu entrega al Señor, por tu búsqueda de su voluntad y su
Presencia en cada acontecimiento de tu vida.
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