jueves, 17 de noviembre de 2016

LA AMAZONÍA A PUNTO DE ESTALLAR



Clarificadora entrevista a Roger Rumrrill sobre la situación de la Amazonía. Se pueden ver las conexiones con la encíclica del papa Francisco, "Laudato Si". Merece la pena leerlo si de verdad se quiere comprender el problema de la Amazonía peruana.

Por Diario UNO el noviembre 10, 2016

ENTREVISTA. El estudioso de la Amazonía Roger Rumrrill, advierte que, además de la protesta focalizada en Saramurillo, contra la contaminación por los derrames petroleros, hay conflictos latentes entre el Estado y los pueblos indígenas de uno a otro extremo de esa región.
Luis Revoredo
Diario UNO
Roger Rumrrill, investigador y periodista, es tal vez uno de los mayores conocedores de la realidad de la Amazonía. En esta entrevista habla sobre los conflictos que vive esa región peruana, debido al desconocimiento de los derechos de los pueblos nativos, a la contaminación y la depredación de sus territorios ancestrales y sobre la burla de que han sido víctimas por parte de sucesivos gobiernos. Denuncia también que hay intereses empresariales que sabotean el Oleoducto Nor Peruano para propiciar la privatización y para hacer negocios.


El petróleo no ha traído desarrollo a la Amazonía, dice el entrevistado.
—¿Cuál es el trasfondo de la protesta de las comunidades afectadas por los derrames de petróleo?
—Desde hace quinientos años, desde que Vicente Yánez Pinzón navegó el Amazonas y la colonización occidental ocupó las tierras y territorios de las civilizaciones indígenas a sangre y fuego, hay una deuda histórica que nadie ha querido pagar. Esa deuda está pendiente y el Estado peruano y los gobiernos de turno que tratan con guantes de seda a las multinacionales extractivistas -petroleras y gasíferas, entre otras- hacen oídos sordos a las demandas justas de los pueblos indígenas.
El costo ambiental del sistema extractivo mercantil y primario exportador sobre los ecosistemas amazónicos -suelos, acuíferos, bosques y la naturaleza en general- ha sido y sigue siendo devastador. Como el petróleo amazónico es de origen marino, con cada barril de petróleo también se extraen entre 3 o más barriles de aguas de formación con 100 grados de temperatura y que contienen bario, hierro, cadmio, plomo , benceno, mercurio y arsénico.
En las cuencas de los ríos Pastaza, Tigre, Corrientes y Marañón, donde los indígenas ahora resisten en Saramuro y Saramurillo, la explotación petrolera se inició con la OXY en 1978 y luego siguió con Pluspetrol y Pacific Stratus Energy hasta hoy. De acuerdo a estudios especializados, desde que comenzó la extracción hidrocarburífera a la fecha, se arrojan cada día un millón y medio de aguas de formación a las cuencas. Imaginemos el terrible impacto de esas aguas tóxicas sobre la fauna, el bosque, las aguas y la salud humana.
He estado en las comunidades de esos ríos y he podido ver sobre el terreno la pobreza, la desnutrición y la muerte que ocasiona sobre la vida de los pueblos la extracción petrolera con mínimas regulaciones y controles porque el Estado laxo, concesivo, autista y corrupto, está de rodillas frente a los poderes fácticos, la Confiep y las corporaciones multinacionales.
—¿Cómo han reaccionado los pueblos nativos?
—En el año 2007 los pueblos indígenas tomaron las instalaciones de Andoas y firmaron el acta de Dorisa. Luego este año, en marzo, firmaron otro acuerdo con la entonces primera ministra Ana Jara. En el acta el gobierno de Humala se compromete a ejecutar un conjunto de acciones para remediar en algo o en parte los daños mayormente irreversibles ocasionados sobre el bosque, las aguas, los suelos, la fauna y sobre todo la salud humana.
Pero, otra vez, las actas firmadas por los funcionarios del Estado son letra muerta. Por eso los pueblos indígenas han bloqueado el río Marañón, como diciendo, no queremos que sobre nuestros ríos navegue la mentira, la traición y la muerte.
—Si el conflicto persiste, ¿cree que puede agravarse?
—Hay varios conflictos latentes entre el Estado y los pueblos indígenas y a punto de estallar de uno a otro extremo de la Amazonía. Los Awajún de la Cordillera de El Cóndor han rechazado la concesión minera aurífera a la empresa Afrodita; y los Yánesha de la Selva Central afilan sus lanzas y flechas para rechazar una concesión de extracción de sal a la empresa Cobre Sol S.A.C. en el mítico Cerro de la Sal, declarado patrimonio histórico, cultural, ecológico y de carácter intangible.
El extractivismo obsceno y desenfrenado que Humala llevó a los extremos con sus “paquetazos” y en particular con la Ley 30230 para supuestamente atraer la inversión extranjera y que rompió los candados regulatorios a la actividad extractiva, parece que no se detendrá y más bien se profundizará.
Esta vez el gobierno de Pedro Pablo Kuczynski esgrime los mismos argumentos: hay que “destrabar” las inversiones eliminando la “tramitología”, firma acuerdos y pactos con China para ejecutar megaproyectos en los Andes y la Amazonía porque se necesitan recursos para cumplir con la promesa de la “revolución social”. Otra vez, nos comeremos la gallina de los huevos de oro de nuestra riqueza natural. Extractivistas, cortoplacistas y primario exportadores sin remedio, a los peruanos no nos importa el mediano y largo plazo, la visión de futuro.
Así fue con el salitre, el guano, el caucho y ahora repetimos la historia con el cobre, el oro y la naturaleza amazónica.
Los pueblos indígenas resistirán. Es cierto que están también en crisis, amenazados en sus tierras y territorios y su gobernabilidad por el propio Estado, las empresas, la neoevangelización y la corrupción.
Pero en estos momentos de crisis, se unen para resistir. El pensamiento mesiánico-milenarista afirma y moviliza la unidad y la resistencia.—¿Cómo solucionar los conflictos?
—Ninguna de las demandas, pedidos, exigencias y reclamos de los pueblos indígenas andino-amazónicos son ilegítimos, ilegales o están fuera de la ley. Todos se ajustan al Convenio 169, a la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, a la Constitución, a la Ley de Consulta Previa, a toda la normatividad y al derecho nacional e internacional.
Los que incumplen las leyes son el Estado y los gobiernos. ¿Por qué? Hay muchas razones de orden social, político, económico y cultural. Pero en el fondo está la fractura entre la nación multilingüe y multicultural y el Estado peruano monolingüe y de origen colonial. La expresión más perversa de esta fractura es el Alan García del “perro del hortelano”.
—Petroperú y la Sociedad de Minería, Petróleo y Energía sostienen que el oleoducto ha sido saboteado, lo que, en un contexto de insinuaciones, parece una acusación contra los nativos, de ser culpables de los derrames. ¿Es verosímil que lo hayan hecho?
—Uno de los sabotajes comprobados, explícitos y escandalosos es la campaña que ha desatado la derecha económica y política contra la permanencia y consolidación de Petroperú como empresa estatal. Quieren, desde un lógica neoliberal que ahora está en cuestión en el epicentro del capitalismo, Estados Unidos, y también en Europa, privatizar Petroperú.
Y un argumento a favor de su causa privatizadora pueden ser los derrames producidos por sabotajes. En mis recientes viajes a la zona de los derrames, he escuchado versiones y he recogido testimonios que señalan que hay empresas que contratan indígenas para aserrar el oleoducto y provocar los derrames. El corte del oleoducto requiere de equipo y tecnología que lo tienen estas empresas.
Los derrames son un gran negocio. Sirven como argumento a la derecha política y económica para privatizar Petroperú, generan jugosos contratos de remediación a las empresas que provocan los derrames y buenos salarios de 100 a 150 soles diarios a los indígenas que realizan la operación.
La Madre Naturaleza sucumbe a la subcultura de la pobreza, a la corrupción, a la angurria económica, a los intereses de la derecha política y económica peruana, una de las más desnacionalizadas, atrasadas y corruptas del mundo.
—¿Qué ha significado la riqueza petrolera para las comunidades indígenas amazónicas?
—Creo que en este caso las cifras y estadísticas hablan más que mis palabras. El petróleo extraído de las tierras y territorios indígenas a lo largo de más de cuatro décadas solo en las cuencas del Pastaza, Morona, Tigre, Corrientes y Marañón ha producido a las empresas utilidades por 36 mil millones de dólares. Y la Región Loreto ha recibido en solo una década 8,300 millones de soles por concepto de canon petrolero.
Para los pueblos indígenas de esas cinco cuencas el resultado es apocalíptico: bosques depredados, suelos erosionados, ríos y cochas contaminadas y la biomasa pesquera envenenada; la fauna silvestre con zoonosis porque las colpas donde abrevan las especies están con residuos de petróleo. Y en cuanto a la salud, la desnutrición alcanza tasas por encima del 70 por ciento y las enfermedades terminales por beber el agua con mercurio, hierro, benceno, plomo, arsénico y otros minerales siembran la muerte sobre todo en la niñez.
Los pueblos indígenas se proveen en un 70 a 80 por ciento de los recursos de la naturaleza para su alimentación, sus viviendas, sus herramientas y sus transportes y otras necesidades. Con la destrucción de la naturaleza muere su esperanza de vida. Si se destruye su hábitat, su hogar, lo único que le queda es migrar a la ciudad para ser un paria, un explotado y sobrevivir en el infierno de la extrema pobreza.
—¿Petróleo, minería y explotación forestal son las únicas actividades que pueden desarrollar a la selva?
—Las actividades extractivas sin regulación, sin control ambiental, sin transformación, generan y provocan un costo ambiental superior a las utilidades y beneficios económicos y sociales en la Amazonía. Siempre he señalado que la Amazonía es la última renta estratégica en el Perú en el siglo XXI. El agua, la biodiversidad y otros recursos son fundamentales en la economía global del siglo XXI. Por eso hay que modificar gradualmente la economía extractiva mercantil y primaria exportadora a una economía diversificada y de transformación basada en el banco genético amazónico. Ya hemos transitado por los ciclos efímeros e ilusorios del oro negro del caucho, del oro blanco de la cocaína y ahora tenemos que construir el ciclo del oro verde de la biodiversidad.
Los pueblos indígenas de la Amazonía deberían ser los pueblos más ricos no solo culturalmente, sino también económicamente. Una economía diversificada en líneas como zoocría, piscicultura, manejo del bosque en pie, artesanía, culinaria, etnoecoturismo, producción de tintes ecológicos, medicamentos naturales y otras innovaciones. Pero el corto plazo y el rentismo nos devora.
—¿Qué opina de los proyectos para integrar la Amazonía al resto del país con carreteras?
—La desintegración del Perú no es solo vial, sino económica, cultural, política social. Solo en Lima hay dos o más países desintegrados. Los ricos de Cieneguilla, La Molina, el balneario de Asia, nunca se ven, ni se comunican ni comparten casi nada con los pobres de Comas o del Agustino.
En la Amazonía, San Martín es la región con mayor conectividad intra y extrarregional. Pero esta conectividad favorece muy poco a los campesinos y a los indígenas. Los oligopolios y monopolios se llevan la parte del león porque controlan la producción, comercialización y transformación de la palma aceitera, el café, el arroz y otros productos.

Las carreteras son necesarias. Pero en la Baja Amazonía las mejores carreteras y las que hay que conservar son los grandes ríos. Las propuestas de carreteras en la Baja Amazonía, que tendrían altos costos ambientales, casi siempre provienen de las empresas madereras, de los neolatifundistas de la palma aceitera y otros monocultivos industriales.
Corrupción, otro grave problema
—Tenemos entendido que el problema de la corrupción en la Amazonía es grave. ¿Qué nos puede decir al respecto?
—Uno de los mayores flagelos y origen de la pobreza y la crisis en el Perú es la corrupción. En la Amazonía una de las regiones que tiene la más alta tasa de corrupción es Loreto. Una de las causas, entre otras, que esté al borde la implosión. En Loreto la corrupción se ha tragado por lo menos del 20% al 30% de todo el canon petrolero de la última década.
En cambio San Martín, que tiene una economía diversificada y estable, tiene la menor tasa de corrupción en toda la Amazonía. En el fondo, así como la informalidad en el Perú genera corrupción, inseguridad y pobreza, en la Amazonía también la informalidad, el sistema extractivo mercantil, el narcotráfico, la violencia terrorista y otros problemas de orden estructural han sido el caldo de cultivo de la corrupción.
En la agenda con miras al Bicentenario de la Independencia, uno de los pasos fundamentales en el camino a la refundación de la nación peruana debe ser la derogatoria de la constitución fujimorista de 1993, la profunda reforma del Estado monocultural y el combate sin tregua a la corrupción endémica que ahora infesta a nuestra patria.


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