María en el jardín de la casa de las hermanas en Fiori |
Me llamo María Cano, nací en
Oviedo (Asturias) hace 46 años. Estoy divorciada
y tengo dos hijas: Raquel de
27 años y Alba de 19. Yo,de pequeña siempre dije que me gustaría ser
misionera y dededicarme a
los demás, pero la vida me llevó por otros derroteros. Fui voluntaria de Cruz Roja, con disminuidos
psíquicos. También colaboré en
asociaciones para la lucha contra la drogadicción.
A mis 46
años, con mis hijas mayores, sentí el deseo de poder hacer algo por los
demás, algo que diese un
poco de sentido a mi vida acomodada, sin saber muy bien hacia dónde dirigirla, en
éste ecuador de
mi edad.
Contacté
con el Padre Manuel Rodriguez que lleva aquí en Perú unos 26 años, es carismático y posee un canal de
televisión por el cual
emite misas de sanación, a muchos lugares del mundo. Él me puso
en contacto, con las hermanas de la Compañía Misioneras del Sagrado Corazón de
Jesús,concretamente con la Superiora General, la hermana María Amparo, Zaragoza, a la que fui a visitar en la sede que tienen en
Madrid. Quizás, yo lo veía todo un poco bucólico, una temporada en Perú, en la selva amazónica, pero la madre
María Amparo, me pintó las cosas difíciles, realmente como son.
Un atardecer en Santa María de Nieva, en el Río Nieva, con una luna maravillosa. |
Yo llegué de aquel
viaje a Madrid, llorando, con
una gran crisis, sin saber muy bien si decidirme ó no. Mi
madre,que es la que más me animaba, aparte de mis hijas, me dijo que no dudase, que
en ésta vida, hay que
arriesgar, que sólo nos arrepentimos de lo que podríamos haber hecho y no
hicimos.
El
10 de octubre, volé para Lima, después de hablar varias veces con la hermana
Meche, que fue con la
que ultimé los detalles de mi viaje. Allí estaba ella esperándome en
el aeropuerto a las seis de la mañana. Con ella, me vine a la casa que tienen en Fiori (Lima), donde
estaban también las
hermanas Juliana María, Josefa y María Dolores. Desde el primer momento me
hicieron sentirme como una más, integrándome rápidamente al ritmo de aquí, con
sus días que amanece
muy pronto y oscurece también rápido. Rezaba con ellas, ayudaba en las tareas…
Al día
siguiente conocí a las hermanas de Palao (otra casa que tienen),donde se alojan
las hermanas más
mayores y enfermas que ya no pueden ir a la misión y gocé mucho de descubrir la alegría que todas me transmitieron.
Salí a conocer Lima con la hermana Olinda, visitamos museos, iglesias, conocí Miraflores, Larcomar, Barranco… Se
preocupó en mostrarme todos los lugares, contarme la historia de Perú, que todo me gustó mucho.
El día
16 de octubre, salimos la hermana Carmen Molina y yo para Santa María Nieva. Un viaje maratoniano en bus de
16 horas, hasta Jaén, conociendo la costa y cruzando la sierra, dónde
descansamos en la casa del Vicariato de San Francisco Javier del Marañón. Luego, conocí a Miriam, una laica muy amiga y
colaboradora de las hermanas, que nos invitó a cenar. Al día siguiente, madrugón
para coger otro carro que nos
llevaría Nieva, por la carretera de penetración a la selva. Sobre las 12 del
mediodía, llegamos a Santa María de Nieva, donde nos
esperaban las hermanas Herminia, Charo y Maria Luisa y que me acogieron con el
mismo cariño que
en Lima.
Lo peor fue cuando ví mi habitación, que ellas me cedieron con todo el
cariño del mundo, al ser la más independiente de la casa. Yo, con lo miedosa que
soy, que veo una araña y me pongo loca, pensé que no iba a poder dormir allí. Fumigué con un insecticida y allí me instalé, con todos mis miedos, que se me fueron pasando y estuve muy bien.
Esa noche
conocí a María Jesús Laorden, una maestra laica española, vecina de las hermanas y una más
dedicada a los más
necesitados. A los pocos días,y o ya me había integrado, aunque el calor y la
humedad, me limitaban
mucho.
Colaboraba con la hermana María Luisa, en la biblioteca, dónde ayudábamos
a los niños en las
tareas escolares. A mí me llamaban hermanita, aunque yo les explicaba que yo
tenía hijas, y que no era
hermana. También dábamos clases de cocina a las mujeres, allí en su mayoría son
awarunas aunque hay alguna mestiza.
Mujeres en el taller de costura |
voluntario
y con la colaboración económica de una amiga suya española daba de
desayunar a unos 36 niños, que viven solos ó caminan una hora y media, para poder
estudiar la secundaria, ya que en sus
comunidades no disponen de colegios para poder cursar estos estudios. Quizás fue
lo que más me
impresionó, esa
decisión de esos niños de 12 años de vivir solos, sin luz, agua, sin
comida, pasando
miedo y todo eso lo superan para poder estudiar.
Estuve mes
y medio en Santa María de Nieva, conociendo esa realidad tan diferente a lo que estaba
acostumbrada. Donde todo
el mundo me trató con un cariño que no olvidaré, me pedían que no me fuese, otra
niña me
pedía que
me la llevase a España a estudiar. Luzmila, alumna de las hermanas y es
presidenta de una asociación de artesanía, quería que me llevase a
España el trabajo de collares, pulseras, pendientes, para
yo venderlos allí, cómo si me conociese de toda la vida y por su cabeza
no pasase la desconfianza. Me ha chocado que allí en principio la gente es muy
confiada, te
abren su
casa, su corazón.
Capilla de las hermanas en Santa María de Nieva, dónde rezabamos cada día. |
Sólo puedo
decir que me llevo un gran recuerdo de la gente de Perú en general,y de las
hermanas en particular. Espero
poder devolverles éste gran favor que me han hecho, pudiendo realizar mi sueño misionero.
Un fuerte
abrazo a todos:
María Cano
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