El Papa con una vela
"La vida consagrada como un encuentro con Cristo. Es Él el que viene a nosotros"
El Papa a los consagrados: "Nunca rígidos, nunca cerrados, siempre abiertos a la voz de Dios"
La vida religiosa, "enuentro entre la observancia de los jóvenes y la profecía de los ancianos"
José Manuel Vidal, 02 de febrero de 2014 a las 10:40
Les viene bien a los ancianos comunicar la sabiduría a los jóvenes y éstos recoger esta experiencia de sabuduría, para llevarlo adelante, no para encerrarlo en un museo
(José M. Vidal/Agencias).-El Papa jesuitacelebra la misa de la Presentación y, al mismo tiempo, la Jornada de la Vida Consagrada. La Jornada de los frailes y monjas de todo el mundo. La fiesta de la Candelaria. La vida consagrada como luz del Evangelio en medio del mundo, como un encuentro entre la observancia de los jóvenes y la profecía de los ancianos, presididos por Cristo, que es el que atrae, el que seduce, el que llama.
El papa bendice las velas, como signos luminosos de la presencia de Dios.Él mismo porta una vela en la procesión de entrada a la eucaristía en la Basílica de la cristiandad. En una procesión en la que desfilan los superiores y superioras de frailes y monjas de las diversas congregaciones.
La basílica de San Pedro en penumbra. Lucen miles de velas, mientras el coro entona el cántico de Simeón.
Y, de pronto, se encienden las luces de la basílica y comienza la eucaristía, presidida por el Papa.
Tras el Credo y el Gloria, la liturgia de la Palabra. Primera lectura del libro del profeta Malaquías: "Yo envío a mi mensajero, para que prepare el camino delante de mí".
Tras la antífona ("Ven, Señor, a tu templo santo"), la segunda lecturade la Carta a los Hebreos: "Jesus muriendo aniquiló al diablo".
Y tras el Evangelio de la Presentación del Niño en el Templo, el Papa pronuncia la homilía.
Algunas frases de la homilía papal
"Fiesta de la presentación o del encuentro"
"El primer encuentro entre Jesús y su pueblo, representado por dos ancianos, Simeón y Ana"
"Encuentro entre los jóvenes y los ancianos"
"Los jóvenes eran María y José y su hijo; los ancianos, Simeón y Ana"
"La alegría de caminar en la ley del Señor"
"Tu ley es mi delicia"
"¿Qué dice Lucas de los ancianos? Que estaban guiados por el Espíritu Santo"
"Ana, la profetisa, inspirada por Dios"
"Dos ancianos llenos de vida"
"Encuentro entre los jóvenes llenos de alegría y los ancianos llenos de alegría"
"Sigular encuentro entre observancia y profecía: jóvenes observantes y ancianos profetas"
"La vida consagrada como un encuentro con Cristo. Es Él el que viene a nosotros"
"Él lo mueve todo y nos atrae al templo y a la Iglesia"
"En la vida consagrada también se vive el encuentro entre jóvenes y ancianos, entre observancia y profecía. No lo veamos como signos contrapuestos"
"Nunca rígidos, nunca cerrados, siempre abiertos a la voz de Dios que abre, que nos invita a ir hacia el horizonte"
"Les viene bien a los ancianos comunicar la sabiduría a los jóvenes y éstos recoger esta experiencia de sabuduría, para llevarlo adelante, no para encerrarlo en un museo"
"El misterio del encuentro nos ilumine y nos conforte en nuestro camino. Amén"
Texto completo de la homilía del Papa Francisco:
«La fiesta de la Presentación de Jesús al Templo es llamada también la fiesta del encuentro: el encuentro entre Jesús y su pueblo; cuando María y José llevaron a su niño al Templo de Jerusalén, ocurrió el primer encuentro entre Jesús y su pueblo, representado por dos ancianos Simeón y Ana.
Aquel fue también un encuentro al interior de la historia del pueblo, un encuentro entre los jóvenes y los ancianos: los jóvenes eran María y José, con su recién nacido; y los ancianos eran Simeón y Ana, dos personajes que frecuentaban el Templo.
Observamos qué cosa dice de ellos el evangelista Lucas, cómo los describe. De la Virgen y de san José repite por cuatro veces que querían hacer aquello que estaba prescrito por la Ley del Señor (cfr Lc 2,22.23.24.27). Se intuye, casi se percibe que los padres de Jesús se alegran de observar los preceptos de Dios, sí, ¡la alegría de caminar en la Ley del Señor! Son dos recién casados, han tenido apenas su niño, y están animados por el deseo de cumplir aquello que está prescrito. No es un hecho exterior, no es por cumplir la regla, ¡no! Es un deseo fuerte, profundo, lleno de alegría. Es aquello que dice el Salmo: «Tendré en cuenta tus caminos. Mi alegría está en tus preceptos ... Tu ley es toda mi alegría» (119,14.77).
¿Y qué cosa dice san Lucas de los ancianos? Subraya que estaban guiados por el Espíritu Santo. De Simeón afirma que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel y que «el Espíritu Santo estaba en él» (2,25); dice que «el Espíritu Santo le había prometido» que no moriría antes de ver al Mesías del Señor (v. 26); y finalmente que se dirigió al Templo «conducido por el Espíritu» (v. 27). Luego de Ana dice que era una «profetisa» (v. 36), o sea inspirada por Dios; y que no se apartaba del Templo, «sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones» (v. 37). En resumen, estos dos ancianos ¡están llenos de vida! Están llenos de vida porque son animados por el Espíritu Santo, dóciles a su acción, sensibles a sus llamados...
Y he aquí el encuentro entre la santa Familia y estos dos representantes del pueblo santo de Dios. En el centro está Jesús. Es Él quien mueve todo, que atrae a unos y otros al Templo, que es la casa de su Padre.
Es un encuentro entre los jóvenes llenos de alegría en el observar la Ley del Señor y los ancianos llenos de alegría por la acción del Espíritu Santo. ¡Es un encuentro singular entre observancia y profecía, donde los jóvenes son los observantes y los ancianos son los proféticos! En realidad, si reflexionamos bien, la observancia de la Ley está animada por el mismo Espíritu, y la profecía se mueve en el camino trazado por la Ley. ¿Quién más que María está llena de Espíritu Santo? ¿Quién más que ella es dócil a su acción?
A la luz de esta escena evangélica miremos a la vida consagrada como a un encuentro con Cristo: es Él que viene a nosotros, traído por María y José, y somos nosotros los que vamos hacia Él, guiados por el Espíritu Santo. Pero al centro está Él. Él mueve todo, Él nos atrae al Templo, a la Iglesia, en donde podemos encontrarlo, reconocerlo, acogerlo, abrazarlo.
Jesús nos sale al encuentro en la Iglesia a través del carisma fundacional de un Instituto: ¡es bello pensar así en nuestra vocación! Nuestro encuentro con Cristo ha tomado su forma en la Iglesia mediante el carisma de un testigo suyo, de una testigo suya. Esto nos sorprende siempre y nos hace dar gracias.
Y también en la vida consagrada se vive el encuentro entre los jóvenes y los ancianos, entre observancia y profecía. ¡No las veamos como dos realidades que se contraponen! Dejemos más bien que el Espíritu Santo anime a ambas, y la señal de esto es la alegría: la alegría de observar, de caminar en una regla de vida; y la alegría de estar guiados por el Espíritu, jamás rígidos, jamás cerrados, siempre abiertos a la voz de Dios que habla, que abre, que conduce, que nos invita a ir hacia el horizonte.
Hace bien a los ancianos comunicar la sabiduría a los jóvenes y hace bien a los jóvenes recoger este patrimonio de experiencia y de sabiduría, y llevarlo adelante - no para guardarlo en un museo, sino para llevarlo adelante, con los desafíos que la vida nos presenta. Por el bien de las respectivas familias religiosas y de toda la Iglesia.
Que la gracia de este misterio, el misterio del encuentro, nos ilumine y nos consuele en nuestro camino. Amén».
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