martes, 21 de julio de 2015

MI VIDA EN MARRUECOS

María Luisa Ruiz, española, religiosa de la Compañía Misionera del Sagrado Corazón de Jesús, después de haber estado muchos años en el Perú, ha estado once años de misionera en MARRUECOS y hoy al regresar  nuevamente al Perú  nos comparte su experiencia vivida en ese país musulmán. 

María Luisa nos comparte su experiencia.


Marruecos es un país netamente musulmán con una población de unos 32 millones de habitantes. País musulmán pero  moderado en cuanto a fundamentalismo religioso se refiere, aunque ya desde hace algunos años se habla de células islamistas que están siendo amaestradas por grupos radicales. 


País musulmán donde no hay libertad religiosa, es decir, un marroquí es obligatoriamente musulmán, los conversos lo tienen difícil por no decir imposible.  Los matrimonio suelen ser arreglado por los padres y con frecuencia se da entre parientes

Hermanas Nirmala, Tere y María Luisa con dos amigas musulmanas

Por no haber libertad religiosa no se puede hacer  una evangelización  propiamente dicha, no se puede hablar de Jesús ni del Evangelio y su imagen de Dios es diferente a la nuestra. 

¿Qué sentido tiene entonces nuestra presencia como misioneras? 

Allí se evangeliza con el testimonio de vida a través de servicios concretos. 

Un Obispo nos decía: aquí los religiosos tenemos que ser EVANGELIO VIVIENTE… menudo reto. Pero es así, se comparte la vida y a través de ella se expresan los valores de nuestra fe y tratamos de manifestar el rostro de Dios en quien creemos.
María Luisa ayudando a un grupo de niños discapacitados en Marruecos.
El tiempo que estuve en Tetuán, norte de Marruecos, mi vida transcurrió, primero por un corto tiempo en un centro de niños abandonados.
María Luisa dando cariño a una niña del Centro de Discapacitados.


 Aquella fue una experiencia muy entrañable porque te encuentras con niños, desde bebés hasta los siete u ocho años, con mucha carencia afectiva, niños que se están criando sin papá ni mamá, solo con unas cuidadoras que cambian con cierta frecuencia. 

Yo estuve como voluntaria y era llegar y tener a varios niños colgados de las faldas buscando que los cojas, los acaricies y juegues con ellos… Así que eso tocaba, hacerles un poco de caso y darles cariño las horas que pasaba allí. ¿El idioma? Es el árabe pero los niños tienen un vocabulario muy sencillo y sobre todo se pone en juego el lenguaje de los gestos.
María Luisa con unas profesoras marroquíes atendiendo a los niños discapacitados. 
Mi otra experiencia y donde ya estuve 10 años fue en un centro de niños discapacitados mentales. Niños casi todos de familias muy pobres y por tanto con mucha dificultad para tener la medicación necesaria. Era una especie de colegio, como un Centro de Día que albergaba a unos 400 niños.  Me pidieron que me responsabilizara de la enfermería y por tanto todos los niños pasaban por mí. 



Una realidad diferente de la anterior pero donde tuve una linda relación con ellos, también con necesidad de que se le dedique tiempo y atención. En el Centro trabajaban más de cien personas adultas y con ellas puedo decir que tuve una sustanciosa y enriquecedora experiencia de convivencia con el mundo musulmán. Yo era la única española y entre aquellas personas me sentí muy acogida, apreciada y cuidada. Aparte de la relación en el trabajo tuve oportunidad de participar en su vida familiar: bodas, nacimientos, muertes, fiestas musulmanas, circuncisiones… siempre era invitada. 

Me encontré con personas buenas de verdad que siguen estando presente en mi corazón y con quienes tuve oportunidad de una relación de amistad y confianza.
María Luisa curando  a un niño.
Ciertamente que en el mundo musulmán hay bastante fanatismo y no me pasó desapercibido pero en mi trato directo con las personas con las que tuve oportunidad  de convivir, mi experiencia fue muy hermosa y la cual agradezco al Señor.



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