El paso del tiempo ayuda a comprender el dinamismo evangelizador que el cardenal Bergoglio, “venido de lejos”, deseaba inyectar en la Iglesia del siglo XXI
Han pasado tres años desde que el papa Francisco inició su ministerio petrino en 2013. En su primera homilía, puso la mirada en el esposo de María para perfilar en el horizonte algunos de los rasgos fundamentales de su ministerio papal. Tres años son una buena oportunidad para releer el primero de sus mensajes. De manera sencilla, pero elocuente, destacaba en san José las actitudes de la discreción, la humildad y el silencio, que hacen posible su presencia y su fidelidad en la historia de la Salvación. Francisco, desde el principio, quiso desprenderse de algunas de las “ataduras” sociales que, de alguna manera, pudieran desviar la atención de lo que realmente es su identidad como Pastor de la Iglesia universal. Opta, en cambio, por gestos y signos marcados por su deseo de servir a Dios en los hermanos. Signos que no anulan el pasado, sino que dan realce a una nueva forma de ser y de estar, como Obispo de Roma, en la sociedad y en el mundo.
Francisco, con palabras de san Juan Pablo II, recuerda que José, fiel custodio de María y de Jesús, sigue siendo el protector de la Iglesia. Ella, la Iglesia, está llamada a hacer presente el amor de Dios por la humanidad. Razón por la cual, dos años más tarde, es convocada a vivir en profundidad la misericordia, el perdón y la ternura. Compromiso evangelizador que ya fue incoado en el inicio de su Pontificado, al anunciar la necesidad de ser custodios de la belleza de la creación: “Tener respeto por todas las criaturas de Dios y por el entorno en el que vivimos”. Es preocuparse por todos, por cada uno, especialmente por los niños y por los ancianos, por los más frágiles y por los pobres.
Custodiar no solo lo que está fuera, la vida de los demás, sino custodiarse a uno mismo: “El odio, la envidia, la soberbia ensucian la vida”. Cada mañana, en Santa Marta, exhorta con ternura de padre, pero con la certeza del testigo, a luchar contra estas tentaciones, tan próximas en la vida familiar, social o profesional, tanto en el ámbito civil, como en el eclesiástico. En clave positiva, sus palabras son una clara invitación a no tener miedo a la bondad, a la ternura.
“Nunca podemos olvidar que el verdadero poder es el servicio, y que el Papa, para ejercer el poder, debe entrar cada vez más en ese servicio que tiene su culmen luminoso en la cruz”. Ser el Sucesor de Pedro es asumir la tarea de servir, vivida en la cercanía de Francisco hacia los más pobres y en la elección de sus viajes más allá de los umbrales de Roma, siguiendo el criterio de ir adonde más falta hace su presencia, palabra y testimonio.
Animado por este espíritu evangelizador, el Papa Francisco no ha cejado en ningún momento de invitar a la Iglesia y a la humanidad a ponerse en camino para hacer el bien. Quiere una Iglesia en “salida”. El Papa nos invita a una permanente actividad misionera, dejando en la cuneta las seguridades personales y peregrinando a la otra orilla, como lo testifican cada día los misioneros y misioneras.
Anastasio Gil, Director Nacional de OMP
Tribuna Misionera Revista Misioneros Tercer Milenio
|
lunes, 2 de mayo de 2016
¡¡¡GRACIAS PAPA FRANCISCO por los tres años de pontificado!!!
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario