El Papa saluda desde la ventana pontificia
Francisco: "El fruto del amor y de la misericordia es la vida"
"¡No tengamos miedo de acercarnos a Él! ¡Tiene un corazón misericordioso!"
José Manuel Vidal, 09 de junio de 2013 a las
11:53
(J.M.Vidal/Agencias).-
Día nublado en Roma, pero en la Plaza de San Pedro brilla con el calor y la
emoción de cientos de miles de peregrinos que quieren escuchar y ver al Papa
Francisco. Y el Papa, desde la ventana que luce ya el escudo pontificio, nunca
defrauda. Y, con su voz cálida y emocionada recuerda la compasión de Cristo y la
misericordia de Dios. De ese "Dios que siempre perdona".
"El Corazón de Jesús es el símbolo por excelencia de
la misericordia de Dios"
"La compasión es el amor de Dios por el
hombre"
"El termino compasión apunta al amor de la
madre"
"El fruto del amor y de la misericordia es la
vida"
"La misericordia de Dios da vida al
hombre"
"No olvidemos: El Señor nos mira siempre con
misericordia"
"El siempre nos perdona, es pura
misericordia"
Después
del ángelus, reccuerda a las dos beatas beatificadas en Cracovia
(Polonia).
Saludos
especiales a los fieles de Mombai (India), anima a la reconsrucción de
Módena.
Improvisa:
"Hoy no olvidemos el amor de Dios"
"El
nos ama, nos espera, es todo amor y todo misericordia"
"Buen
domingo y buen apetito"
Palabras
del Santo Padre Francisco durante el rezo del Ángelus
¡Queridos
hermanos y hermanas, buenos días!
El
mes de junio está tradicionalmente dedicado al Sagrado Corazón de Jesús, máxima
expresión humana del
amor divino. El pasado viernes hemos celebrado precisamente la solemnidad del
Corazón de Cristo, y esta fiesta da la pauta a todo el mes. La piedad popular
valoriza mucho los símbolos, y el Corazón de
Jesús es el símbolo por excelencia de la misericordia de Dios; pero no es un
símbolo imaginario, es un símbolo real, que representa el centro, la fuente de
la que ha brotado la salvación para la entera humanidad.
En
los Evangelios encontramos diversas referencias al Corazón de Jesús, por ejemplo
en el pasaje en el que el mismo Cristo dice: «Vengan a mí todos los que están
afligidos y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y
aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán
alivio» (Mt 11,28-29). El relato de la muerte de Cristo según Juan es
fundamental. Este evangelista testimonia de hecho aquello que vio en el
Calvario, o sea que un soldado, cuando Jesús ya estaba muerto, le atravesó el
costado con la lanza, y en seguida brotó sangre y agua (cfr Jn 19,33-34). Juan
reconoció en aquel signo, aparentemente casual, el cumplimiento de las
profecías: del corazón de Jesús, Cordero inmolado sobre la cruz, brota el perdón
y la vida para todos los hombres.
Pero
la misericordia de Jesús no es sólo sentimiento, es más, es una fuerza que da
vida, ¡que resucita al hombre! Nos lo dice también el Evangelio de hoy, en el
episodio de la viuda de Naím (Lc 7,11-17). Jesús acompañado de sus discípulos
está llegando justamente a una ciudad llamada Naím, un pueblo de Galilea, en el
momento en el que llevaban a enterrar al hijo único de una mujer viuda. La
mirada de Jesús se fijó inmediatamente en la mujer en lágrimas. Dice el
evangelista Lucas: «Al verla, el Señor se conmovió» (v. 13). Esta «compasión» es
el amor de Dios por el hombre, es la misericordia, o sea la actitud de Dios en
contacto con la miseria humana, con nuestra indigencia, nuestro sufrimiento,
nuestra angustia. El término bíblico «compasión» evoca las entrañas maternas: de
hecho, la madre experimenta una reacción exclusivamente suya frente al dolor de
los hijos. Así nos ama Dios, dice la Escritura.
Y ¿cuál es el fruto de este amor? ¡Es la vida!
Jesús dice a la viuda de Naím: «¡No llores!», luego llamó al muchacho muerto y
lo despertó como de un sueño (cfr vv. 13-15). Pensemos en esto. Es bello.La misericordia de
Dios da vida al hombre, lo resucita de la muerte. El Señor nos mira siempre con
misericordia, nos espera con misericordia. ¡No tengamos miedo de acercarnos a
Él! ¡Tiene un corazón misericordioso! Si le mostramos nuestras heridas
interiores, nuestros pecados, Él nos perdona siempre. ¡Es pura misericordia! No
olvidemos esto: es pura misericordia ¡vayamos a Jesús!
Dirijámonos a la Virgen María: su corazón
inmaculado, corazón de madre, ha compartido al máximo la «compasión» de Dios,
especialmente a la hora de la pasión y de la muerte de Jesús. Que María nos
ayude a ser mansos, humildes y misericordiosos con nuestros
hermanos
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