Afra Martinelli, de 78 años y originaria de Brescia, murió en una agresión. Dirigía una escuela que había fundado en el delta del Níger
GIORGIO BERNARDELLI
Una misionera laica italiana, Afra Martinelli (de 78 años), fue asesinada en Nigeria, en el distrito de Ogwashi-Ukwu, en la región del Delta del Níger, en donde ofrecía sus servicios desde hace más de 30 años. Murió hace dos días tras haber sido agredida el 26 de septiembre por la noche. Dio noticia de su muerte esta mañana el “Giornale di Brescia”. Afra Martinelli, de hecho, nació en Civilerghe, un pueblito de la provincia de Brescia en el que todavía vive uno de sus hermanos, que recibió la dramática información.
Según las reconstrucciones de los hechos, todo se debe a un furto. Afra Martinelli fundó y dirigía en Ogwashi-Ukwu el Centro Regina Mundi, una escuela de informática con un colegio anexo para chicos. El 27 de septiembre por la mañana, al no verla llegar a la escuela, sus colaboradores fueron a buscarla a su habitación y la encontraron en un charco de sangre. Tenía una herida en la nuca. Todavía estaba viva, pero en condiciones gravísimas. Fue trasladada al hospital más cercano y se avisó al Ministerio del Exterior italiano. Los esfuerzos para salvarle la vida no fueron suficientes, pues habría muerto tras dos semanas de agonía.
La de Afra Martinelli fue una misión sencilla al servicio de la Iglesia local y de la gente a la que había dedicado su vida. Llegó a África «hace 32 años –indicó su hermano Enrico. Se reunió con el arzobispo de Ibadan en el Congreso eucarístico de Los Ángeles y nació su deseo de partir como misionera. Se puso a disposición de esa diócesis y prestó sus servicios en el centro de evangelización. Después se trasladó al interior, a la diócesis de Issele Uku, en donde abrió el Centro Regina Mundi. Además de la escuela fundó el Catholic Servant of Christ, un grupo de animación para los jóvenes. Su espiritualidad era la del servicio al Cristo pobre». Desempeñaba su labor sin clamores y contaba con el apoyo discreto de un grupo de amigos italianos, de la Fundación Cuore Amico di Brescia.
«Habíamos hablado por teléfono dos días antes de la tragedia –recordó su hermano. Le pregunté si no creía que fuera hora de volver a casa, sobre todo porque ya no estaba muy joven. Y ella me dijo que era lo último que le pasaba por la cabeza». Enrico Martinelli citó un episodio para ejemplificar el amor de la gente de Ogwashi-Ukwu por su hermana: en 1998, en Civilerge, su papá festejaba su cumpleaños número 100. Pero ella no quería viajar a Italia porque el dinero lo habría dado a la misión. La gente a la que había dedicado su vida organizó una colecta y le regaló un boleto para que no faltara a la fiesta.
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