Hemos querido darnos un "paseo" por algunos de los países en los que nos encontramos para ver cómo estamos viviendo la misión en este tiempo de pandemia. Iniciamos con Yoli, hna. de La Compañía Misionera, que se encuentra en India desde hace algunos meses. Ella misma nos cuenta su experiencia: "Una sonrisa vale más que mil palabras".
Hola amigos os preguntareis porque este título, pues bien cuando me pidieron que escribiera algo de mi experiencia en la misión de India donde estoy ahora, lo primero que se me vino a la mente y al corazón fue la sonrisa de todos aquellos con los que en este tiempo me he encontrado en el camino. Y la cual ha sido vehículo de comunicación y de encuentro.
En Noviembre del 2019 llegué a India para estar seis meses en la misión de Vyara una ciudad perteneciente al Estado de Gujarat, donde tenemos una comunidad de hermanas. Allí las hermanas además de atender la pastoral de los pueblos de alrededor con los padres jesuitas de la parroquia, tienen además un internado para chicas aborígenes (adivasis). Aquí la lengua que se habla es Gujarati, y fuera de los padres y las hermanas, casi nadie sabe inglés.
Acompañar a las hermanas a los pueblos y enseñar manualidades a las chicas del internado han sido las actividades que he realizado. En ese acompañar a las hermanas yo mucho no podía hacer, más bien nada, pues no sé Gujarati, aprendí unas pocas palabras como el saludo, eso y mi sonrisa eran mis herramientas de comunicación. Cuando llegaba a los pueblos todos querían hablar conmigo y yo solo podía sonreír, sin entender nada de lo que me decían, pero así fue haciendo amigos en todos los pueblos y entablando relación con ellos. Solemos decir que nuestro primer lugar de misión es nuestro primer amor, pues aquí mi primer amor es Chondi el primer pueblo que visité y donde hice una gran amiga Lalita (comunicándome con ella como os he dicho antes).
Con las chicas del internado la experiencia ha sido casi igual, ellas sabiendo unas poquitas palabras en inglés y yo sabiendo lo mismo en Gujarati. Os podéis imaginar cómo enseñar manualidades sin poder comunicarme con ellas, pero lo importante no era tanto lo que ellas aprendieron hacer que como son muy listas aún en medio de una comunicación entrecortada terminaban haciendo unas flores de papel preciosas, sino el rato que pasábamos juntas, compartiendo risas.
Y así con todos los que me he ido encontrando,
con nuestros trabajadores, nuestra cocinera Pinki, las cocineras del internado,
los dos jardineros…
La experiencia
en el fondo ha sido la de vivir encuentros que han dejado huella con una
comunicación no verbal. Y ahí descubrir al Dios de los pequeños y sencillos.
Ignacio de
Loyola dice en sus Ejercicios Espirituales: “no el mucho saber harta y
satisface el alma, sino el sentir y gustar internamente”, para mí la
experiencia es “no el mucho hacer harta y satisface el alma, sino el sentir y
gustar internamente”. Vuelvo a experimentar una vez más que el Reino se
construye siendo presencia que acoge, anima, alienta, y comparte su debilidad (mi
limitación con la lengua, me ha acercado a mis hermanos y hermanas adivasis).
Como dice un
padre que viene a casa a celebrar la misa: “nos recordaran no por lo que
hicimos sino por como fuimos con ellos”. Y aquí la otra experiencia es de un
profundo agradecimiento y alegría por las hermanas que llegaron antes que yo a
este lugar y a las que recuerdan con un cariño inmenso incluso después de
muchísimos años.
Gracias a todos
por vuestras oraciones, que son las que nos sostienen y alientan en nuestro
camino. Un fuerte abrazo
Yolanda Cabrera💗
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