Hoy día 11 de octubre, el mismo día en que hace 50 años se iniciaba el gran acontecimiento de gracia, el Concilio Vaticano II, comenzamos el año de la fe. ¡Es un gran acierto!
Corremos el peligro de dejarnos llevar por la crisis de fe, la crisis de confianza, que afecta a la cultura global. En unos casos la falta de fe nos vuelve personas escépticas, incrédulas, supercríticas, inconformistas sin auténticas alternativas.
Corremos también el peligro de identificarnos tanto con nuestros pensamientos y sentimientos, que nuestra fe y fidelidad sólo tiene a ellos como objeto y razón de ser: ¡nos creemos a nosotros mismos!, lo cual nos vuelve personas autosuficientes, que condenan a las demás, que imponen sus puntos de vista, que llaman “dios” a lo que es un ídolo construido por sus ideas o querencias.
El año de la fe es para todos un tiempo de gracia para cambiar de chip, para dejarnos convertir por la Gracia, para acoger ese anillo de Alianza que Dios nuestro Abbá, Jesús su Hijo y el Espíritu del Padre y del Hijo nos ofrecen, como signo de una Alianza fuerte y definitiva.
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