* Llamado del Arzobispo de Huancayo durante la festividad en honor al Señor de los Milagros
Un llamado a amar a Dios sobre todas las cosas y a los hermanos como a nosotros mismos, hizo el Arzobispo de Huancayo, Monseñor Pedro Barreto Jimeno, SJ., en este mes morado dedicado al Señor de los Milagros. Dijo que ese amor se hace posible en la imagen del Señor de los Milagros y en el rostro sufriente de nuestros hermanos. “Cristo está en ellos, en los humildes, en los que sufren las consecuencias de la injusticia, la violencia y la contaminación”, remarcó.
Monseñor Barreto recordó la historia de esta fe, desde cuando en 1655, en un barrio llamado Pachacamilla, en Lima, un negro de Angola pintó esta imagen que ni el tiempo ni los terremotos pudieron destruirla, manteniéndose incólume como la fe del pueblo, hasta ahora. Asimismo, se refirió a la devoción que tiene el pueblo de Huancayo, desde hace más de 80 años, gracias a las hermandades de las damas fundadoras, damas sahumadoras y cargadores del Señor de los Milagros, a quienes expresó su gratitud.
Monseñor Barreto señaló que estas procesiones deben constituir una manifestación de la fe profunda, especialmente en un tiempo de misión y cuando empezamos a vivir el Año de la Fe para responder a los retos de una nueva evangelización. Asimismo, en este año que el Arzobispado ha dedicado a la reconciliación, hizo un llamado al perdón y a la reconciliación con nosotros mismos, con Dios y con la creación.
Sus palabras estuvieron también dirigidas a las autoridades, a quienes tienen la responsabilidad de dirigir los destinos de los gobiernos locales y regionales. “Son ellos los llamados a dar testimonios de coherencia y de buen gobierno”, manifestó.
Historia resumida del Señor de los Milagros
En el siglo XVI el español Hernán González, encomendero de Pachacámac (Lurín), adquirió algunos terrenos en Lima. Uno de ellos fue conocido como la Huerta de Pachacamilla, porque era cuidada por indígenas provenientes de Pachacámac. Estos indios, mal cristianizados, adoraban en secreto una imagen de Pachacámac, el antiguo dios de los terremotos, que pintaron en una pared.
Este culto perduró con el paso del tiempo y fue contagiado a los negros esclavos del lugar. En el siglo XVII los indios desaparecieron y los negros angoleños reemplazaron la imagen de Pachacámac por una del Cristo crucificado. Se sabe que desde 1650 los negros formaron una cofradía y se reunían para rendir culto a la imagen y le construyeron una ermita.
En 1655, ocurrió un terremoto en Lima, causando pánico en la población. Se destruyó buen número de casas e iglesias. La ermita de Pachacamilla, sufrió el derrumbe de su techo, pero la pared donde estaba la imagen de Cristo crucificado no quedó afectada. Esto fue considerado como un milagro.
Por esos años, el negro Antonio León sufría de un tumor que parecía no tener curación. Pero empezó a visitar y suplicar con frecuencia al “Señor de los Milagros” y el tumor fue reduciendo de tamaño hasta desaparecer completamente. La noticia se propagó e hizo aumentar el número de devotos.
En 1671, las autoridades eclesiásticas ordenaron borrar la imagen del Señor de los Milagros por las quejas de algunos vecinos descontentos por las reuniones nocturnas “indecentes” (con música y bailes) que hacían los primeros devotos de raza negra. En setiembre de aquel año dos personas fueron enviadas a borrar la venerada imagen del Cristo Moreno, pero al intentarlo quedaron paralizados. Los devotos murmuraban que era una señal de Dios, que no quería que se borrara la imagen.
Pasaron los años y el culto al Señor de Milagros se propagó a todas las razas y clases sociales del Virreinato del Perú. Entre 1766 y 1771, el virrey Manuel Amat y Juniet construyó la Iglesia de las Nazarenas, adonde hasta hoy acuden miles de fieles católicos, sobre todo en el mes de octubre, para suplicar o agradecer los favores del también llamado Cristo de Pachacamilla, participando de gigantescas procesiones por las calles de Lima.
Este culto perduró con el paso del tiempo y fue contagiado a los negros esclavos del lugar. En el siglo XVII los indios desaparecieron y los negros angoleños reemplazaron la imagen de Pachacámac por una del Cristo crucificado. Se sabe que desde 1650 los negros formaron una cofradía y se reunían para rendir culto a la imagen y le construyeron una ermita.
En 1655, ocurrió un terremoto en Lima, causando pánico en la población. Se destruyó buen número de casas e iglesias. La ermita de Pachacamilla, sufrió el derrumbe de su techo, pero la pared donde estaba la imagen de Cristo crucificado no quedó afectada. Esto fue considerado como un milagro.
Por esos años, el negro Antonio León sufría de un tumor que parecía no tener curación. Pero empezó a visitar y suplicar con frecuencia al “Señor de los Milagros” y el tumor fue reduciendo de tamaño hasta desaparecer completamente. La noticia se propagó e hizo aumentar el número de devotos.
En 1671, las autoridades eclesiásticas ordenaron borrar la imagen del Señor de los Milagros por las quejas de algunos vecinos descontentos por las reuniones nocturnas “indecentes” (con música y bailes) que hacían los primeros devotos de raza negra. En setiembre de aquel año dos personas fueron enviadas a borrar la venerada imagen del Cristo Moreno, pero al intentarlo quedaron paralizados. Los devotos murmuraban que era una señal de Dios, que no quería que se borrara la imagen.
Pasaron los años y el culto al Señor de Milagros se propagó a todas las razas y clases sociales del Virreinato del Perú. Entre 1766 y 1771, el virrey Manuel Amat y Juniet construyó la Iglesia de las Nazarenas, adonde hasta hoy acuden miles de fieles católicos, sobre todo en el mes de octubre, para suplicar o agradecer los favores del también llamado Cristo de Pachacamilla, participando de gigantescas procesiones por las calles de Lima.
Bibliografía:
- ROSTWOROWSKI, María. "Pachacámac y el Señor de los Milagros
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