Aprovechamos de nuevo para adentrarnos un poco más en la vida de Jesús, especialmente en este tiempo previo a la Semana santa. Hemos encontrado un escrito que imagina a Lucas conversando con María para conocer más sobre Jesús Lucas lo llama:
CONVERSACIONES CON MARÍA
Lucas era, en verdad, un curioso
incorregible y un apasionado de Jesús, así que, en cuanto tenía una
oportunidad, buscaba a María, la madre de Jesús, y le decía:
- ¡Cuéntame, María!
Y María, recordaba y le contaba…
Desde el
día de su nacimiento, al mirarlo, se me quedó esa sensación de sobrecogimiento
ante el misterio. Esos primeros días fueron los más desconcertantes para mí,
por lo que dijeron los pastores, y me preguntaba constantemente…”¿Qué será de este
niño?”. Después sucedió lo de ese viejo, Simeón, en el Templo… Y cierto temor y como un escalofrío se apoderaba de mí al ir viendo todas estas cosas.
Por fin
regresamos a casa, a Nazareth, y llegó un tiempo de
normalidad. Jesús crecía, empezó a gatear, sus primeros pasos…Sobre todo era…¡curioso!
¡Sí, era muy curioso! Todo lo quería ver, y cuando siguió creciendo, todo lo
quería saber…Su padre le educaba en su profesión, en nuestra cultura, en ser un
buen judío.
Era
inquieto, alegre, tierno y sensible. No le gustaba ver sufrir a nadie y corría
rápido a visitar y animar a quien estuviera enfermo.
Y cuestionaba. “Mamá, ¿por qué no
vas tú a la Sinagoga?¿por qué no puedes entrar con papá y conmigo?”. Y eran
preguntas que nos hacían plantearnos muchas cosas que estaban establecidas así
desde siempre…
¡Y le
encantaba meter la nariz en todo! (“¡Déjame
amasar, como tú!”; “¡Cuéntame de nuevo eso de la levadura en la masa…!”). O
cuando salía con su padre, ¡le volvía loco a preguntas! (“¿Qué árbol es ese,
papá? ¿Por qué es tan pequeño? ¿De verdad esta semilla tan pequeña luego se
hace árbol…? ¡Mira! ¡Los pájaros se posan en él! ¡¿No es asombroso, papá?!”).
Crecía
bien, era hermoso, inteligente…¡qué voy a decir yo, su madre! Era especial. Al
cumplir los 12 nos dio un susto, cuando se quedó en el Templo, en Jerusalén, pero
eso ya lo sabes, aunque tengo grabada su respuesta en mi corazón: “Tengo que
atender las cosas de mi Padre…”. ¡Las cosas de su padre! Me dejó asombrada,
preocupada, y de nuevo empecé a pensar: “¿Qué será de este niño, Señor?”. Nunca volvió a hacer
algo semejante, ni a desobedecernos.
Todo lo
observaba, una vez llegó diciendo: “Mamá, a la sra. Edina se le perdió una moneda. La estuvimos
buscando por toda la casa. Se puso a barrer y nada. Finalmente la encontró y
¡se puso a dar saltos de alegría! Es curioso, ¿no, mamá? Tenía otras 99, pero
se preocupó por esa que había perdido como si fuera la única…”
Y se
mezclaba con los pastores, ¡le encantaba ir a
pasa la noche en vela con ellos, decía que aprendía mucho de ellos…Siempre me
parecía que quería conocerlo todo, como si quisiera absorber todo lo que veía
y vivía. No le gustaba que maltrataran a las mujeres y, ¡el muy ladino,
conversaba con las prostitutas! “Jesús, no hace falta que te pares con todas
las prostitutas!”, le decía yo, y me sorprendía con su respuesta: “No te
preocupes, mamá, solo son mis amigas…”.
Te contaré más cosas, Lucas, eres casi tan curioso como él, pero será otro día. Nos acercamos al tiempo de la Pascua, tiempo en que le recuerdo –le recordamos todos-especialmente. Otro día seguiremos, Lucas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario