"Humildad quiere decir también servicio y vaciarse de uno mismo"
El Papa en el domingo de Ramos: "El estilo de Dios y de los cristianos es la humildad"
Recuerda a "nuestros hermanos perseguidos, por ser cristianos: los mártires de hoy"
José Manuel Vidal, 29 de marzo de 2015 a las 10:54
El camino contrario al de Cristo es el de la mundanidad, que nos ofrece el orgullo, la vanidad y el éxito
(José M. Vidal).- Solemne procesión de Ramos. Cardenales, obispos, curas, frailes, monjas y fieles portan sus palmas y sus ramos de olivo. La imponente comitiva rodea el obelisco, en torno al cual se ha montado una especie de pequeña entrada a Jerusalén. Allí, al pie del obelisco, un estrado y la silla del Papa. Y allí comienza la liturgia y la bendición de los ramos. Y tras la bendición, la lectura del Evangelio de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén.
Tras la lectura, la procesión comienza a moverse de nuevo, desde el obelisco hacia la entrada de la Basílica de San Pedro.
Tras la solemne lectura de la Pasión, la homilía del Papa.
Algunas frases de la homilía papal
"En el centro de este celebración, que parece fastuosa, aparece la humillación de Jesús"
"Esta Palabra nos revela el estilo de Dios y de los cristianos: La humildad"
"A un Dios humilde no nos acostunbranos"
"Dios se humilla para caminar con su pueblo y soportar su infidelidad"
"Esta Semana santa andaremos por este camino de la humillación de Jesús. Y sólo así será semana santa para nosotros"
"Éste es el camino de Dios, el camino de la humildad"
"Es el camino de Jesús y no hay otro"
"Y no existe humildad sin humillación"
"Humildad quiere decir también servicio, dejar espacio a Dios"
"Vaciarse de uno mismo"
"El camino contrario al de Cristo es el de la mundanidad, que nos ofrece el orgullo, el éxito"
"También nosotros podremos vencer la tentación de la vanidad y de la mundanidad"
"Hay muchos hombres y mujeres que, en el silenio, renuncian a sí mismos, para ayudar a los demás"
"La humillación de los que son discriminados"
"Pensemos en nuestros hermanos perseguidos, por ser cristianos: los mártires de hoy, que hay tantos"
"No reniegan de Jesús y soportan con dignidad insultos y ultrajes. Lo siguen por su camino"
"Pongámonos, también nosotros, en este camino de la humildad"
"Será el amor el que nos guíe y nos dé fuerzas"
Texto íntegro de la homilía del Papa en el Domingo de Ramos
En el centro de esta celebración, que se presenta tan festiva, está la palabra que hemos escuchado en el himno de la Carta a los Filipenses: «Se humilló a sí mismo» (2,8). La humillación de Jesús.
Esta palabra nos desvela el estilo de Dios y del cristiano: la humildad. Un estilo que nunca dejará de sorprendernos y ponernos en crisis: nunca nos acostumbraremos a un Dios humilde.
Humillarse es ante todo el estilo de Dios: Dios se humilla para caminar con su pueblo, para soportar sus infidelidades. Esto se aprecia bien leyendo el Libro del Éxodo: ¡Qué humillación para el Señor oír todas aquellas murmuraciones, aquellas quejas! Estaban dirigidas contra Moisés, pero, en el fondo, iban contra él, contra su Padre, que los había sacado de la esclavitud y los guiaba en el camino por el desierto hasta la tierra de la libertad.
En esta semana, la Semana Santa, que nos conduce a la Pascua, seguiremos este camino de la humillación de Jesús. Y sólo así será «santa» también para nosotros.
Veremos el desprecio de los jefes del pueblo y sus engaños para acabar con él. Asistiremos a la traición de Judas, uno de los Doce, que lo venderá por treinta monedas. Veremos al Señor apresado y tratado como un malhechor; abandonado por sus discípulos; llevado ante el Sanedrín, condenado a muerte, azotado y ultrajado.
Veremos el desprecio de los jefes del pueblo y sus engaños para acabar con él. Asistiremos a la traición de Judas, uno de los Doce, que lo venderá por treinta monedas. Veremos al Señor apresado y tratado como un malhechor; abandonado por sus discípulos; llevado ante el Sanedrín, condenado a muerte, azotado y ultrajado.
Escucharemos cómo Pedro, la «roca» de los discípulos, lo negará tres veces. Oiremos los gritos de la muchedumbre, soliviantada por los jefes, pidiendo que Barrabás quede libre y que a él lo crucifiquen. Veremos cómo los soldados se burlarán de él, vestido con un manto color púrpura y coronado de espinas. Y después, a lo largo de la vía dolorosa y a los pies de la cruz, sentiremos los insultos de la gente y de los jefes, que se ríen de su condición de Rey e Hijo de Dios.
Esta es la vía de Dios, el camino de la humildad. Es el camino de Jesús, no hay otro. Y no hay humildad sin humillación.
Al recorrer hasta el final este camino, el Hijo de Dios tomó la «condición de siervo» (Flp 2,7).
En efecto, la humildad quiere decir servicio, significa dejar espacio a Dios negándose a uno mismo, «despojándose», como dice la Escritura (v. 7). Esta es la humillación más grande.
Hay otra vía, contraria al camino de Cristo: la mundanidad. La mundanidad nos ofrece el camino de la vanidad, del orgullo, del éxito... Es la otra vía. El maligno se la propuso también a Jesús durante cuarenta días en el desierto. Pero Jesús la rechazó sin dudarlo. Y, con él, también nosotros podemos vencer esta tentación, no sólo en las grandes ocasiones, sino también en las circunstancias ordinarias de la vida.
En esto, nos ayuda y nos conforta el ejemplo de muchos hombres y mujeres que, en silencio y sin hacerse ver, renuncian cada día a sí mismos para servir a los demás: un familiar enfermo, un anciano solo, una persona con discapacidad...
Pensemos también en la humillación de los que, por mantenerse fieles al Evangelio, son discriminados y sufren las consecuencias en su propia carne. Y pensemos en nuestros hermanos y hermanas perseguidos por ser cristianos, los mártires de hoy: no reniegan de Jesús y soportan con dignidad insultos y ultrajes. Lo siguen por su camino. Podemos hablar de "una nube de testigos" (cf. Hb 12,1).
Como ellos, emprendamos también nosotros con decisión este camino, movidos por el amor a nuestro Señor y Salvador. El amor nos guiará y nos dará fuerza. Y, donde está él, estaremos también nosotros (cf. Jn 12,26).
Amén.
Amén.
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