Durante la cuarta semana de adviento pedid “hágase en mí" este es el camino humilde y alegre del discípulo misionero
“Cristo os necesita para proclamar la verdad, para llevar el anuncio de la salvación por los caminos del mundo, tiene necesidad de vuestro corazón generoso y disponible para manifestar a todos los hombres su amor infinito y misericordioso” (san Juan Pablo II). ¿Qué respondemos al Señor, que nos invita a colaborar con Él en ese plan?
Si solo nos miramos a nosotros mismos, nos quedamos bloqueados al ver nuestra incapacidad y nuestro miedo. Pero al levantar la mirada hacia Dios, como hizo la Virgen María, sí podemos decir “hágase”, porque descubrimos que la misión no se basa en nuestras fuerzas, sino en el Señor. Entonces las dificultades no pueden detenernos: “Habrá que intensificar el esfuerzo misionero allí donde todavía encuentra hoy camino abierto, y no renunciar a superar los obstáculos donde el camino está cerrado. Pero es preciso continuar” (beato Pablo VI). Y entonces, también, cooperamos a la venida del Señor a todos los hombres y mujeres, que lo esperan, aunque sea inconscientemente.
Decir “hágase en mí” desde la confianza en Dios es el camino humilde y alegre del discípulo misionero: “El discípulo del Señor persevera en la alegría cuando está con Él, cuando hace su voluntad, cuando comparte la fe, la esperanza y la caridad evangélica” (Francisco).
No hay comentarios:
Publicar un comentario