Alfredo Vizcarra Mori, obispo del Vicariato de San Francisco Javier, Jaén. |
Nuestro obispo del vicariato de Jaén, al que pertenecemos las que estamos en la zona del Nieva, departamento de Amazonas, escribe a cerca de los acontecimientos vividos el 5 de junio de 2009, el baguazo, y su postura frente a este acontecimeinto y cómo se sigue viviendo hoy.
Gracias, Alfredo, en nombre de todos los implicados y de todos quienes queremos estar cerca de este pueblo awajun/wampis.
Representantes de la zona selva del vicariato: laic@s, religios@s junto con nuestro obispo, Alfredo. |
Como obispo del Vicariato Apostólico “SanFrancisco Javier”, he querido dar continuidad a la tarea pastoral impulsada porMons. Santiago García de la Rasilla Domínguez, S.J., mi predecesor. Enfidelidad al Evangelio y siguiendo el camino trazado por Santiago, les escriboa propósito de los sucesos tan dolorosos del 5 de junio del 2009, en “La Curvade la Esperanza”, hasta ese entonces conocida como “Curva del diablo”.
Se trata de una obligación moral, que viene del interior; la conciencia me dice que como pastor no puedo eludir esta responsabilidad. El país tiene necesidad deque se respete y valore la diversidad, de que no prime una única concepción de desarrollo y que se nos hable con la verdad.
Durante este primer año, me he dedicado a conocer el Vicariato, a palpar la realidad de la vida de los hombres y mujeres que habitan en este hermoso y rico territorio. Hace poco estuve viviendo tres semanas en una comunidad awajún. Es desde esta experiencia que me brota abordarla evolución de la situación de los procesados por los sucesos del “Baguazo”.También lo hago desde la experiencia que últimamente estamos viviendo todos los peruanos; desde las muertes de civiles y policías enfrentados violentamente por el conflicto de Tía María. Pareciera que no hemos aprendido ninguna lección en nuestra manera de pensar las posibilidades de desarrollo del Perú y nuestra manera de llevar a cabo su ejecución.
En su carta de hace dos años, Mons. Santiago nos decía que esos fueron días de muerte y de vida porque en aquel enfrentamiento irracional se mataron entre hermanos y aún hoy no se ha esclarecido quienes fueron los responsables.
“Y el cadáver, ¡ay!, siguió muriendo…” Hoy, como hace seis años, seguimos buscando chivos expiatorios queriendo juzgar únicamente a quien apretó un gatillo, lanzó una piedra… y cerramos los ojos ante aquello que provocó esta situación de violencia. ¿Hasta cuándo seguiremos postergando nuestra respuesta al grito de justicia del mosaico de naciones que es el Perú, para dejar de ver su futuro sólo desde Lima y desde criterios únicamente economicistas, los de la primacía del mercado? “En este sistema, que tiende a fagocitarlo todo en ordena acrecentar beneficios, cualquier cosa que sea frágil... queda indefensa ante los intereses del mercado divinizado, convertidos en regla absoluta.”(Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, n° 56)
“todos los hombres de la tierra lo rodearon…incorporóse lentamente... echóse a andar” En esa misma carta, Mons. Santiago decía que “no podemos permitir que la esperanza nacida de la muerte… se vea rota en mil pedazos por intereses turbios o temores inconfesables de quienes tienen algún poder en la aplicación de la Constitución y de la Ley”. Inspirados por sus palabras de pastor, hemos continuado apoyando a los 53 procesados y hemos colaborado velando porque el debido proceso sea respetado. Es decir, que estas personas no sean juzgadas como delincuentes comunes, sino que se tenga en cuenta que lo ocurrido fue el desenlace fatal de una reivindicación acallada con violencia, obedeciendo a una decisión superior de desalojo cuando todo indicaba que no era oportuna, por decir lo menos. Que la reacción ante la violencia no es igual en todos los grupos humanos, y en este caso está guiada por patrones culturales que no se pueden pasar por alto y que tienen que ver con la defensa de la vida. Que el proceso se lleve a cabo con la celeridad que requiere el respeto a la condición de desventaja económica de los procesados y sobre todo el respeto a La Espera de todo un país porque se aclaren las responsabilidades.
Seis años son demasiados para esclarecer esta tragedia nacional. Porque esperamos un país fraterno, justo y en paz, no nos bastan discursos retóricos que, bajo un aparente celo por los intereses del país, nos ocultan intereses de poder económico y político, y se encubren errores o delitos. Necesitamos urgentemente el discurso de la verdad para sanar heridas y seguir caminando como hermanos y hermanas que se respetan en su diversidad y diferencia. Sólo así es posible la justicia, la paz y la prosperidad para todos. Construir esto, aunque quienes tienen poder tienen mayor responsabilidad, es sueño y tarea de todas y todos los peruanos.
Con la esperanza de que la Vida de Dios es más fuerte, elevemos nuestras plegarias para que el fruto de este proceso sea que crezcamos en hermandad.
Durante este primer año, me he dedicado a conocer el Vicariato, a palpar la realidad de la vida de los hombres y mujeres que habitan en este hermoso y rico territorio. Hace poco estuve viviendo tres semanas en una comunidad awajún. Es desde esta experiencia que me brota abordarla evolución de la situación de los procesados por los sucesos del “Baguazo”.También lo hago desde la experiencia que últimamente estamos viviendo todos los peruanos; desde las muertes de civiles y policías enfrentados violentamente por el conflicto de Tía María. Pareciera que no hemos aprendido ninguna lección en nuestra manera de pensar las posibilidades de desarrollo del Perú y nuestra manera de llevar a cabo su ejecución.
A la izquierda, el ejército del Perú (atención al armamento, con fusiles!!). A la derecha, los awajun/wampis (con sus lanzas!!) |
En su carta de hace dos años, Mons. Santiago nos decía que esos fueron días de muerte y de vida porque en aquel enfrentamiento irracional se mataron entre hermanos y aún hoy no se ha esclarecido quienes fueron los responsables.
“Y el cadáver, ¡ay!, siguió muriendo…” Hoy, como hace seis años, seguimos buscando chivos expiatorios queriendo juzgar únicamente a quien apretó un gatillo, lanzó una piedra… y cerramos los ojos ante aquello que provocó esta situación de violencia. ¿Hasta cuándo seguiremos postergando nuestra respuesta al grito de justicia del mosaico de naciones que es el Perú, para dejar de ver su futuro sólo desde Lima y desde criterios únicamente economicistas, los de la primacía del mercado? “En este sistema, que tiende a fagocitarlo todo en ordena acrecentar beneficios, cualquier cosa que sea frágil... queda indefensa ante los intereses del mercado divinizado, convertidos en regla absoluta.”(Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, n° 56)
Misioner@s de la zona selva del vicariato, con el nuevo obispo, Alfredo Vizcarra. |
“todos los hombres de la tierra lo rodearon…incorporóse lentamente... echóse a andar” En esa misma carta, Mons. Santiago decía que “no podemos permitir que la esperanza nacida de la muerte… se vea rota en mil pedazos por intereses turbios o temores inconfesables de quienes tienen algún poder en la aplicación de la Constitución y de la Ley”. Inspirados por sus palabras de pastor, hemos continuado apoyando a los 53 procesados y hemos colaborado velando porque el debido proceso sea respetado. Es decir, que estas personas no sean juzgadas como delincuentes comunes, sino que se tenga en cuenta que lo ocurrido fue el desenlace fatal de una reivindicación acallada con violencia, obedeciendo a una decisión superior de desalojo cuando todo indicaba que no era oportuna, por decir lo menos. Que la reacción ante la violencia no es igual en todos los grupos humanos, y en este caso está guiada por patrones culturales que no se pueden pasar por alto y que tienen que ver con la defensa de la vida. Que el proceso se lleve a cabo con la celeridad que requiere el respeto a la condición de desventaja económica de los procesados y sobre todo el respeto a La Espera de todo un país porque se aclaren las responsabilidades.
Seis años son demasiados para esclarecer esta tragedia nacional. Porque esperamos un país fraterno, justo y en paz, no nos bastan discursos retóricos que, bajo un aparente celo por los intereses del país, nos ocultan intereses de poder económico y político, y se encubren errores o delitos. Necesitamos urgentemente el discurso de la verdad para sanar heridas y seguir caminando como hermanos y hermanas que se respetan en su diversidad y diferencia. Sólo así es posible la justicia, la paz y la prosperidad para todos. Construir esto, aunque quienes tienen poder tienen mayor responsabilidad, es sueño y tarea de todas y todos los peruanos.
Con la esperanza de que la Vida de Dios es más fuerte, elevemos nuestras plegarias para que el fruto de este proceso sea que crezcamos en hermandad.
AlfredoVizcarra Mori, S.J.
ObispoVicario de Jaén, San Ignacio, Condorcanqui, Imaza y Aramango.
No hay comentarios:
Publicar un comentario